Page 690 - Mahabharata
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                                                         Capítulo II
                                     ASWATTHAMA PLANEA LA VENGANZA


                   ANJAYA regresó al lugar donde yacía el rey Duryodhana para acompañarle en sus
               S últimos momentos de agonía. El cuerpo del rey estaba cubierto de polvo y de
               sus ojos brotaban lágrimas inútiles. Viendo al monarca solo sumido en tanto dolor, el
               corazón de Sanjaya estaba a punto de romperse; aquel era el rey que tuvo un día el
               mundo entero a sus pies, no había nadie que pudiera igualarle en gloria ni riqueza,
               tantos sirvientes y comodidades se le ofrecían que no tuvo que caminar ni una sola vez
               para andar un recorrido, siempre disponía de carrozas. Su palacio era como un templo.
               Sanjaya entonces se acordó de la procesión en la que el rey iba sentado sobre su elefante,
               acompañado de todos los miembros de la casa real, parecía el señor de los cielos sobre
               su airavata. Pero ese mismo rey, hoy yacía sobre la tierra con sus muslos destrozados y
               sin nadie a su lado para confortarle; estaba solo. Sanjaya pensó que el destino era algo
               terrible, no hacía diferencias entre rey y soldado. Las manos de Duryodhana se agarraban
               a la tierra haciendo un esfuerzo por soportar el dolor que sentía en su cuerpo, su cabeza
               se estremecía con debilidad mientras trataba por todos los medios de controlarse. Sanjaya
               se acercó a él y se sentó a su lado sollozando. Duryodhana le miró y le dijo:
                   —¡Qué alma más dulce eres, Sanjaya! Has venido para hacerme compañía. Esta vida
               parece que se niega a abandonar este cuerpo maltrecho; estoy pasando por el Infierno,
               pero mi destino es el Cielo. El destino quiere que pase primero por el infierno, quizás
               debido a mis pecados; este dolor es insoportable ¡fíjate cómo estoy! Cuando tenía a
               Bhishma, Drona, Kripa, Aswatthama, Radheya, Salya, Kritavarma, Dussasana y otros
               mil más junto a mí, estaba seguro de que iba a ganar la guerra. Pero aquí me tienes ahora,
               tirado en tierra, derrotado en un duelo por medios injustos y ni siquiera puedo morir. Yo
               era el señor de once akshauhinis y fíjate ahora en qué condición estoy. Quiero que hagas
               algo por mí: tienes que averiguar dónde están los tres supervivientes. Diles que su rey
               ha sido derrotado por Bhima valiéndose de medios injustos. Diles que el rey está aún
               vivo y que le gustaría verles antes de morir. Cuéntale a mis padres la situación en que
               me encuentro y dile a mi madre que no me fui huyendo del campo de batalla, dile que
               he muerto con valentía y dile, además, que no me lamento de nada. Ahora ve y tráeme a
               Aswatthama, Kritavarma y Kripa.

                   Después de decir esto se desmayó, el esfuerzo que había hecho para hablar había sido
               demasiado grande para él. Algunos ciudadanos de Hastinapura fueron para mostrarle
               sus respetos en aquellos últimos momentos. Pero el rey, inconsciente como estaba, era ya
               insensible a todo lo que pasaba a su alrededor.
                   Los únicos tres combatientes que le quedaban a Duryodhana fueron a su lado en
               cuanto Sanjaya les dio la noticia. Y allí le encontraron yaciendo en tierra con sus muslos
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