Page 688 - Mahabharata
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                   —Arjuna, este carro ha cumplido su propósito, ya no lo necesitamos más. Sobre este
               carro han recaído todos los astras de Drona y Radheya. Ha absorbido el Brahmastra que

               esos dos hombres lanzaron y también los astras de Aswatthama. Debió haber ardido
               hace mucho tiempo, pero no sucedió así porque yo estaba subido en él. Pero ahora que
               tú ya has alcanzado lo que te habías propuesto alcanzar, lo he abandonado y por eso ha
               ardido, he permitido que fuera reducido a cenizas. Todo lo que existe en este mundo ha
               sido creado con un propósito y en cuanto ese propósito se cumple ya no hace falta para
               nada.
                   En ese momento la seriedad abandonó la cara de Krishna y de nuevo la sonrisa
               apareció en su lugar. Y continuando, Krishna dijo:
                   —Arjuna, lo mismo ocurre con los hombres. Cada hombre ha sido puesto en este
               extraño viaje lleno de acontecimientos llamado la vida, pero todos vienen a este mundo
               con un propósito. Una vez que cumplen su propósito, la Tierra ya no necesita más de
               ellos. Y ese es el caso de todos nosotros, incluso yo. Yo me he creado a mí mismo en esta

               Tierra por un propósito que aún no ha acabado, aún queda algo más por hacer. Pero
               en el momento en que haya finalizado, yo moriré también, y lo mismo ocurrirá contigo
               y con tus hermanos. Pero eso no sucederá en un futuro inmediato. Ven, no te apenes,
               preparémonos para nuestra próxima tarea.
                   Krishna felicitó a Yudhisthira en términos formales y luego le dio un abrazo. Le dijo:

                   —Yudhisthira, es costumbre de los vencedores dormir fuera del campo enemigo la
               noche de la victoria, debes seguir esa tradición. Debéis dormir todos fuera del campa-
               mento.
                   —Que así sea —dijo Yudhisthira. Y tras permanecer en silencio por unos momentos,
               añadió—: Krishna, la guerra ha acabado, y por tu gracia hemos conquistado el mundo,
               pero tengo miedo de Gandhari, la madre de Duryodhana; tiene grandes poderes. Esa
               mujer ha sido siempre justa y temerosa de Dios, pero ahora está sufriendo el dolor de
               una madre que ha perdido a sus hijos. Si se entera que Duryodhana ha sido aniquilado
               por medios injustos, puede maldecirnos. Quiero que vayas a pacificarla, y más tarde
               iremos nosotros. Krishna le sonrió y le dijo:

                   —Tienes razón, la maldición de Gandhari no debe recaer sobre vosotros. Son otros
               sobre los que ha de recaer; iré enseguida.
                   Cuando Duryodhana cayó con sus muslos rotos, Sanjaya regresó a la ciudad, con
               sus ojos inundados de lágrimas y su cuerpo temblando de angustia. Sanjaya entró al
               palacio del rey Dhritarashtra con los brazos levantados como gesto de lamentación y
               habló así: ¡oh, mi rey!, ¡oh, mi señor!, lo hemos perdido todo. El tiempo y el destino
               nos han robado todo cuanto teníamos. —El rey le escuchaba atónito junto a Gandhari y
               las esposas de sus hijos, Vidura y muchos otros estaban allí también. Sanjaya se repuso
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