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de nidos de cuervos; los cuervos dormían apaciblemente; pero, de repente, vino un búho,
era un pájaro de aspecto terrible, se posó en el árbol con mucho sigilo y sin hacer el más
mínimo ruido, con la intención de matar a los cuervos que estaban durmiendo: les atacó
haciendo una gran masacre y después de matarles, el búho parecía feliz. Y se fue por
donde había venido.
Aquel búho le dio una idea a Aswatthama; pensó qué era lo mejor que se podía hacer.
Iba a ir al campamento de los pandavas y los iba a matar a todos mientras dormían.
Aquella noche era la primera noche que podían dormir apaciblemente. De esa forma
podría vengarse de todos ellos. Aswatthama estaba tan excitado que no podía quedarse
quieto y despertó a los otros, los cuales sorprendidos querían saber qué era lo que pasaba.
Aswatthama les contó lo del búho y cómo se le había ocurrido aquella idea. Aquella
sugerencia les horrorizó, Kripa le dijo:
—Aswatthama, esa idea que tienes para vengarte de los pandavas no es justa. De-
spués de todo, nuestro rey, no fue precisamente un rey ideal. Fue un hombre cruel y no
era justo, les trató muy mal durante todos estos años; tenían que matarle. El que Bhima
le rompiera los muslos fue debido a su juramento, el cual pronunció en presencia de
todos nosotros. Fue una lucha injusta, lo admito, pero no podemos permitirnos el lujo
de juzgar la forma en que opera la justicia divina. Tú has jurado vengar la muerte del
rey y la de tu padre, y eso es elogiable; pelearemos a campo abierto, nosotros tres les
desafiaremos y lucharemos hasta morir. Pero este plan que se te ha ocurrido es cobarde y
malvado, si sigues adelante con él te ganarás la infamia y la censura de todas las gentes
que aman el bien. No soy partidario de llevar a cabo este plan. Por favor, Aswatthama,
desiste de este pecado. Hasta ahora tu nombre prevalece sin mácula, no menoscabes la
pureza de tu reputación cometiendo este pecado.
Aswatthama insistía tercamente y no se dejaba convencer, estaba decidido a hacer lo
que había planeado. Sentía que el río del Dharma había desbordado ya sus orillas, ya
que fueron los pandavas los primeros en usar métodos sucios. La muerte de su padre
en manos de Dhrishtadyumna era aún una herida fresca en su mente y para colmar el
vaso, a eso se le sumaba la muerte de Duryodhana, su querido amigo. Estaba como loco,
decía: —Estoy completamente decidido a hacer todo lo que voy a hacer y si no queréis
ayudarme, no me importa; partiré solo y haré lo que se ha de hacer.
Aswatthama subió a su carro llevando con él la espada que le había dado el señor
Sankara y blandiéndola en su mano se puso en marcha hacia el campamento de los
pandavas. Kritavarma y Kripa le gritaron que esperase, que irían también con él: tanto
la felicidad como la tristeza, tanto lo bueno como lo malo, era algo que tenía que ser
compartido por todos a partir de entonces; en silencio, habían hecho un pacto sin palabras.
Eran los tres últimos guerreros que quedaban del ejército de Duryodhana y tenían que
vengar su muerte.