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aplastada, cediendo ante la fuerza de los poderosos brazos del rey. Bhima contemplaba
la escena con ojos horrorizados. El cuerpo del rey se humedeció con su propia sangre
y su pecho quedó completamente rojo, desvaneciéndose después por el esfuerzo que
había realizado, su cuerpo cayó al suelo a plomo. Sanjaya le reanimó, y entonces el rey se
dio cuenta de la gravedad del crimen que había cometido; lamentándose por ello entre
sollozos, decía:
—En un arrebato de ira he matado a Bhima, el hijo de mi propio hermano. He matado
a ese muchacho.
Krishna se dio cuenta entonces de que toda su ira y su furia se habían disipado ya, y
acercándose al rey le dijo:
—Yo sabía lo enfadado que estabas con Bhima; pero, mi señor, no ha sido a Bhima
a quien has estrujado, sino a una imagen suya hecha de acero, que usaba Duryodhana
para sus prácticas con la maza. Fui yo quien la puso delante de ti. Y ahora que ya has
descargado todo tu odio sobre esa imagen, es justo que muestres tu afecto a los hijos
de tu propio hermano. Por favor, establece tu mente en la justicia y haz con ellos lo
que es debido, ellos también están tristes por los resultados de esta guerra. Por favor,
confórtales y sé un padre para ellos, por lo menos ahora.
Bhima se acercó a él y el rey le abrazó cálidamente, haciendo luego lo mismo con
Arjuna, Nakula y por último con Shadeva. Los pandavas exhalaron un suspiro de alivio.
Pero aún no habían pasado lo peor, tenían que encontrarse con Gandhari. Ella estaba
muy enojada con ellos y había decidido maldecirles. Adivinando sus pensamientos,
Vyasa acudió presuroso a su lado y le dijo:
—Gandhari, hija mía, sé lo que estás pensando y no es justo. Movida por el afecto
que sientes hacia tus hijos estás concibiendo en tu mente pensamientos pecaminosos;
cálmate y perdónales. Cuando Duryodhana partía hacia el campo de batalla vino a
donde tú estabas para despedirse de ti y te dijo: « Madre, di que tendré éxito, si lo dices,
con toda seguridad ganaré la guerra; dilo, madre. » Pero tú le respondiste: « Donde está
el Dharma, estará la victoria. » Gandhari, tú sabías que él no iba a ganar, sabías que su
causa no era justa. Ahora es algo impropio deshacer todo el bien que hasta ahora has
hecho. Tú has sido la más paciente de todas las mujeres; debes abandonar esa ira que
ahora te posee. Los pandavas no merecen eso.
Gandhari le escuchaba en silencio y cuando acabó le dijo:
—Padre, no estoy enfadada. Mi mente ha estado fuera de control por unos momentos
debido a la muerte de mis hijos. Pero yo no estoy enfadada con los pandavas por haber
luchado en esta guerra, porque han hecho lo que era justo. Fue mi hijo quien quiso la
guerra y ellos tuvieron que luchar, bien lo sé. Pero eso no es lo que me mantiene enojada,
es algo más personal; es el hecho de que Bhima se bebiera la sangre de su primo hermano,