Page 702 - Mahabharata
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                   —Aquí estoy, madre, el asesino de tus hijos. Merezco tus maldiciones pues he sido la
               causa de la destrucción del mundo entero. Aquí me tienes a la espera de tu maldición, la

               merezco.
                   Haciendo un gran esfuerzo, Gandhari se acordó de lo que le había dicho Vyasa. Ella
               llevaba sus ojos ocultos detrás de un pañuelo de seda que llevaba atado. Y haciendo
               un supremo esfuerzo por controlar el odio que estaba surgiendo dentro de ella, giró su
               cara hacia otra dirección; jadeaba como una serpiente, pero al final logró sobreponerse,
               controlándose a sí misma. La justicia había ganado en el conflicto entre el amor por su
               hijo y el Dharma; la gran Gandhari les perdonó a todos. Pero cuando estaba girando su
               cabeza, sus ojos, aunque escondidos detrás del pañuelo de seda, pudieron avistar las
               uñas de las manos de Yudhisthira que estaba postrado ante ella a sus pies, y su mirada
               furiosa se detuvo por un momento en sus uñas. Se dice que en ese mismo momento las
               uñas de Yudhisthira se pusieron moradas y perdieron todo su brillo. Así de grande era el
               poder de Gandhari. Al ver aquello, Arjuna fue corriendo a esconderse detrás de Krishna,
               el cual se reía silenciosamente al ver el terror que aquella mujer causaba en el corazón de
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               Arjuna, famoso en el mundo entero por el nombre de Jishnu . Krishna le susurró aquel
               nombre al oído y se divertía viendo cómo se enrojecían las mejillas de Arjuna.


                                                        Capítulo III
                                        GANDHARI MALDICE A KRISHNA

                    A ira de Gandhari pasó sobre sus cabezas, como lo hubiera hecho el Narayanastra.
               L Pero la humildad de los pandavas logró pacificarla; ella les mostró un afecto genuino
               y les dio la bienvenida a sus brazos.

                   Los pandavas se encontraron con Kunti, su madre. Habían pasado catorce años
               separados. Kunti les abrazó a todos una y otra vez pasando sus dedos cariñosos por las
               cicatrices y heridas que habían sufrido durante la guerra. Derramaba lágrimas de gozo
               de sólo pensar que habían sobrevivido a la gran guerra. Luego, cogiendo a la desdichada
               Draupadi entre sus brazos, trató de confortarla y Draupadi, llorando, le dijo:
                   —Madre, todos tus nietos han muerto. Abhimanyu ha muerto y todos mis hijos
               también. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que les viste, pero ya no les
               volverás a ver jamás. ¿De qué sirve esta victoria y este reino? ¡yo ya no tengo hijos!
               —Sollozaba sobre el pecho de Kunti, la cual trataba de consolarla con palabras cariñosas.
                   Todos seguían al rey y a Gandhari hacia el campo de batalla. Gandhari, dirigiéndose
               a Draupadi, le dijo:
                   —Piensa en lo que yo he perdido, hija mía, y consuélate. Todo esto es obra del destino.
               Este es el final del mundo; Vidura lo profetizó hace ya mucho tiempo y Krishna nos lo

                 34 Jishnu: Uno que nada teme.
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