Page 705 - Mahabharata
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11. Lamentaciones                                                                        685


                   »Incluso ahora cuando en tu visión contemplaste a tu hijo, y me dijiste: “Duryodhana
               vino a mí, justo antes de partir para la guerra y con sus manos juntas frente a mí, me dijo:

               « Tienes que desearme el éxito en esta batalla entre primos, si lo haces estoy seguro de
               que ganaré »”, tú sabías que había provocado una guerra que no era natural, y le dijiste:
               “Hijo mío, donde esté el Dharma, está la victoria. Estás emprendiendo una guerra injusta,
               no puedes ganar, pero yo te bendigo. Lo que sí te puedo decir es que lucharás con toda
               tu gloria y alcanzarás los cielos; no puedes ganar, pero tendrás una muerte gloriosa.”
               Hace un momento me mostraste eso. Y cuando le dijiste eso a tu hijo no sentiste ninguna
               pena, porque eres una mujer justa. Pero debido a la emoción que te produce este dolor
               que ahora sientes, te olvidas del Dharma y tratas de echarme a mí la culpa. No me
               hubiera sorprendido nada el que tu marido me hubiera dicho algo así; pero tú, madre,
               eres diferente. Tú puedes enfrentarte a la verdad. Vamos, deshazte de esa pena.
                   Gandhari quedó muda después de haber escuchado a Krishna.


                                                        Capítulo IV
                                    KUNTI SE DECLARA MADRE DE RADHEYA


                     HRITARASHTRA le encargó a Vidura, Sanjaya y Dhaumya que hicieran los prepara-
               D tivos para la incineración de los grandes héroes que habían perecido en el campo de
               batalla. Al poco tiempo, todo estaba listo. Y Yudhisthira, junto con Dhritarashtra y todos
               los demás, se dirigió hacia las orillas del Ganges para celebrar los ritos funerarios en
               memoria de los muertos. Allí estaban todos; también Gandhari, Kunti y Draupadi. Los
               hombres no llevaban joyas ni sedas, iban vestidos con una indumentaria muy simple,
               tan sólo llevaban una fina kurta cubriendo sus amplios torsos. La procesión funeraria
               iba dando vueltas recorriendo su camino hacia el río.

                   Entristecía ver el aspecto que Kunti tenía. Hacía tres días, Radheya había sido
               aniquilado por Arjuna y la noticia había sido recibida con gran júbilo en el campamento
               de los pandavas. Kunti se lo había oído contar a Sanjaya mientras narraba a Dhritarashtra
               los acontecimientos de la guerra. Cuando escuchó a Sanjaya describir la muerte de
               Radheya se le desgarró el corazón de dolor, pero no podía desahogarse con nadie. No
               podía contarle a nadie la pena que estaba estrangulando su corazón, tenía que guardarla
               en secreto. Luego, en el campo de batalla, vio el cuerpo sin vida de su hijo primogénito,
               y se tuvo que controlar para no desmayarse. Krishna la observaba de lejos; ella miraba a
               Radheya y a su esposa llorando sobre el cuerpo de su señor, pero se contuvo. Y después
               de todo aquello, ahora iba andando junto a la comitiva fúnebre para presenciar las
               oblaciones funerarias, que a orillas del sagrado río Ganges se le habían de rendir a todos
               los que habían muerto. Era el mismo río que se llevó a su hijo alejándose de ella hacía ya
               muchos años. Aun así, el Ganges fluía tan plácidamente como en aquel día memorable,
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