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—¡Qué he hecho, mi señor! ¡qué he hecho! ¡Cómo podré vivir después de esto! ¡he
matado a mi hermano!
Arjuna no podía sostenerse en píe. Se sentó en el suelo y hablaba como alguien que
ha perdido el juicio, decía:
—¡He matado a mi hermano y me he jactado de su muerte! Luego se desmayó.
Krishna y Yudhisthira acudieron a su lado. Yudhisthira sentía una pena enorme; su
cuerpo temblaba como si tuviera escalofríos, sus ojos estaban inyectados de sangre.
Bhima se sentó junto a Arjuna, estaba demasiado aturdido para poder pensar. Era como
un niño que de repente se hubiera vuelto viejo.
Bhima se acordó del día del torneo, se acordó de su primer encuentro con Radheya,
en aquella ocasión le dijo: « Escucha, un sutaputra no es digno de ser aniquilado por
Arjuna. No eres digno de tener un arco en tu mano, mejor sería que cogieses un látigo
de conductor de carro, sería más apropiado para ti. » También se acordó de lo que
Duryodhana dijo defendiéndole: « Bhima, me da lástima ver tu falta de entendimiento;
este hombre tiene todas las cualidades dignas de un kshatrya y que sólo un kshatrya
puede tener. ¿Acaso no te das cuenta que un tigre no puede jamás nacer de un manso
ciervo? ¿Acaso no sientes que es un kshatrya? Yo le he nombrado rey de los angas, pero
sé que él merece más que esto; merece ser el señor del mundo entero. Ha nacido para
ser grande. Pero tú no eres lo suficientemente grande y noble como para reconocerle. »
En aquel momento, las palabras de Duryodhana ardían en su cabeza. Sí, no era lo
suficientemente grande para reconocer la grandeza de Radheya. Bhima gemía como si
su cuerpo entero estuviera hecho añicos, no podía decir nada.
Nakula se acordó del duelo que sostuvo con Radheya y recordó lo que él le había
dicho: « Algún día estarás orgulloso por haber luchado conmigo en este duelo. Algún
día te enorgullecerás de que Radheya te haya insultado. » Y así era, aquel momento de
humillación era ahora el momento más precioso de su vida. A Shadeva le resultaba
imposible olvidar a Radheya y la lucha que sostuvo con él, se acordaba de su sonrisa
burlona y de sus despóticos modales. Una profunda tristeza se había apoderado del
corazón de los pandavas.
Kunti fue reanimada con agua y esencias, pero por primera vez en su vida Yudhisthira
no le prestaba ninguna atención a su madre, no podía mirar a la mujer que había hecho
semejante injuria a Radheya y a los pandavas. Se fue y se sentó junto a Krishna y Arjuna.
Yudhisthira recordó el día en que murió Radheya, se acordaba de cada instante de aquel
día. Se acordó de que le había llamado « sutaputra ». Entonces se giró hacia su madre y
le dijo:
—¿Lo sabía Radheya? ¿Sabía él quién era?
—Sí —dijo Krishna.