Page 717 - Mahabharata
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12. Consolación                                                                          697


               estaba en el Cielo con mi madre, pero no creo que tenga suficiente fuerza en mi cuerpo
               ni en mi mente para sobrellevar la tarea que quieres asignarme.

                   Krishna dijo:
                   —Te concederé un don: este dolor y esta debilidad ya no volverán a estar contigo
               hasta el momento en que mueras. Tu memoria será clarificada y tu percepción será tan
               aguda como el filo de una espada. Serás capaz de desenredar los más intrincados nudos
               de los misterios del universo. Sabrás todo lo que hay por saber.
                   De los cielos llovieron flores sobre Bhishma y Krishna después de haber pronunciado
               aquellas palabras. Krishna después de saludar a Bhishma, se puso en pie y se despidió
               de él diciéndole:

                   —Volveremos mañana.
                   La noche transcurrió placenteramente para todos; después de muchos días, Krishna
               pudo dormir sin tener ni un solo sueño, y muy temprano, por la mañana, envió a Satyaki
               con un mensaje para Yudhisthira. Satyaki fue a la presencia del rey y le dijo:
                   —Krishna está preparado para ir a ver al gran Bhishma y quiere saber si tú estás
               preparado para partir ya.

                   Inmediatamente Yudhisthira y sus hermanos partieron hacia el campo de Kurukshetra
               acompañados por Krishna y Satyaki. Fueron rápidamente hasta llegar a la presencia
               de Bhishma, el cual tenía ahora un aspecto tan fresco y glorioso como el Sol naciente.
               Krishna se sentó a su lado y le preguntó cómo se encontraba. Bhishma le dijo:
                   —Krishna, desde el momento en que me concediste el don ya no siento ningún dolor
               ni agonía. También me siento muy despejado mentalmente, realmente me siento muy
               a gusto. Pero quiero hacerte una pregunta. ¿Por qué quieres que sea yo quien dé este
               discurso sobre el Dharma de un kshatrya? ¿Por qué no le hablas tú mismo a Yudhisthira?
                   Krishna le sonrió dulcemente y le dijo:
                   —Tienes razón. Yo puedo hablarle de todo eso, pero he decidido concederte gloria
               eterna, quiero que el mundo te recuerde siempre: por siempre jamás. De ahora en
               adelante el mundo de los hombres considerará tus palabras tan sagradas como los Vedas.
               Las acciones de los hombres en los días que han de venir serán dictadas bajo las normas

               que tú establezcas. Se dice que un hombre vive en este mundo por tanto tiempo como lo
               que dure su fama, y yo quiero que vivas para siempre. Esa es la razón por la que te pido
               que seas tú quien le hables.
                   Las lágrimas de Bhishma fluían de sus ojos lenta y silenciosamente. No podía hablar;
               el amor que Krishna le mostraba era demasiado sagrado para ponerlo en palabras. Y
               reponiéndose, le dijo:
                   —Dile a Yudhisthira que me haga cualquier pregunta que quiera, estoy listo para
               responderle. Krishna dijo:
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