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Por allí cerca merodeaba un cazador equipado con arco y flechas, que acertó a pasar a
una distancia desde la cual el cuerpo yacente de Krishna parecía el de un animal dormido.
De hecho, el cazador pensó que se trataba de un ciervo debido al vestido de seda amarilla
que llevaba puesto Krishna. El gran Durvasa le había otorgado a Krishna el don de la
invulnerabilidad por todas partes del cuerpo excepto por las plantas de los pies, y la
flecha del cazador había entrado en el cuerpo de Krishna a través de una de sus partes
vulnerables. Además, se daba el caso de que una vez, mientras el cazador paseaba por la
orilla del mar, tropezó con algo y se detuvo para ver qué era; comprobó que se trataba de
un pedazo de acero, lo cogió con su mano y pensó que con él podría hacer una buena
punta de flecha. Y así lo hizo, aquel pedazo de acero era una porción del cetro que había
sido destrozado y arrojado al mar, y ahora era la cabeza de la flecha que había entrado
en el cuerpo de Krishna a través de la punta del pie.
Krishna estaba sufriendo un intenso dolor mientras agonizaba. El cazador se dirigió
corriendo al lugar donde había caído su presa y en vez de un ciervo se encontró a un
hombre vestido con una hermosa seda amarilla. El hombre se horrorizó al darse cuenta
de lo que había hecho, pero Krishna le sonrió y le dijo:
—Mi buen hombre, me has hecho un favor, me has resuelto mí último problema:
cómo morir. Vete en paz, amigo mío; alcanzarás los cielos por esto que has hecho.
El cazador trató de asistir por todos los medios a aquel hombre moribundo, pero de
nada le valió. El gran Krishna había muerto. Su alma ascendió a los cielos haciendo
brillar toda la Tierra mientras ascendía. Krishna había dejado el mundo; había cumplido
el propósito por el que había venido y la Tierra ya no necesitaba más de él. Había
regresado al lugar de donde había venido. El mundo se había quedado sin Krishna, era
como un cuerpo del que se había ido la vida. La Tierra era ahora como una flor que había
perdido su perfume.
Capítulo III
LA DESAPARICION DE DWARAKA
ARUKA fue rápidamente a Hastinapura para contarle a los pandavas la gran tragedia
D de Prabhasa; les contó todo. Ni Yudhisthira ni sus demás hermanos se acordaban ya
de la maldición de Gandhari y por unos momentos se quedaron mudos por la impresión
que aquella noticia les había producido. Habían sufrido mucho, pero para ellos, el solo
hecho de pensar en Krishna era suficiente para devolverles la fuerza, mas si lo que decía
Daruka era cierto, ya no les quedaba nada. El impacto de la noticia les había dejado
aturdidos y no podían pensar con claridad. Arjuna, en silenciosa amargura, subió a su
carro y partió velozmente hacia Dwaraka, mientras se acordaba del sueño que había
tenido el día anterior con Krishna, el cual le había dicho: « Mañana comprenderás el