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Indra dijo:
—Eres necio; has llegado hasta el umbral del Cielo y aun así, todavía te dejas afectar
por tus sentimientos humanos. Yo no puedo subir este perro a mi carro.
Yudhisthira dijo:
—Todas las acciones por las que he ganado este Cielo perderán sus méritos si actúo
sin compasión hacia este perro. Siempre ha sido mi norma el jamás abandonar a alguien
que dependiera de mí y este perro está dependiendo de mí. No puedo abandonarle e
irme.
Indra dijo:
—Tú has abandonado a todos tus hermanos y a tu reina, ¿acaso quieres a este perro
más que a todos ellos? Yudhisthira dijo:
—Todos ellos estaban muertos, no podía devolverles la vida. No les habría aban-
donado si aún estuviesen con vida y ese es el caso de este perro; está vivo y no puedo
abandonarlo. No entraré al Cielo a menos que se me permita traer este perro conmigo.
Puedes estar seguro.
En ese momento el perro cambió su forma asumiendo la forma de su padre, el
Dharma. Le dijo:
—Hijo mío, estoy orgulloso de ti, te has ganado mi corazón con tu compasión.
Anteriormente, en otra ocasión, en Dwaitavana, cuando estabas ante la presencia de tus
hermanos que habían muerto, puse a prueba tu amor por la justicia y saliste victorioso
de ella al pedirme que devolviera la vida a Nakula. Hoy te he vuelto a probar y me has
complacido. Ve con Indra al Cielo que te has ganado.
El lugar estaba lleno de habitantes de los cielos que se agolpaban para ver a la primera
persona que iba a subir a los cielos en cuerpo humano, nunca antes había sucedido una
cosa igual. Narada dijo:
—Yudhisthira, dentro de poco estarás en compañía de todos tus antepasados; los
grandes reyes que gobernaron la Tierra antes que tú. Podrás quedarte con ellos para
siempre. Yudhisthira dijo:
—Me siento honrado por tus palabras, mi señor.
Yudhisthira subió al gran carro de Indra que se elevó por los aires y viajó a través del
cielo.
El viaje concluyó en una ciudad llamada Amaravati. Yudhisthira fue trasladado al
gran salón donde Narada le esperaba para presentarle a todos los grandes reyes que
estaban allí. Le dijo:
—Fíjate, todos estos reyes fueron tus antepasados, han perfumado las páginas del
tiempo con sus buenas acciones y su fama duradera. Ahora tú eres uno de ellos.