Page 57 - La Cocina del Diablo
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-      Si  usted  fuera  a  ver,  encontraría  sorpresas.  Estas  clases  de  manteca  son,  con  mayor  frecuencia,
         importadas o exportadas. Perros de mi laboratorio, a los que les ofrecí grasas conteniendo solamente 10% de
         una manteca danesa, la rechazaron. Era probablemente manteca de cadáver.
                El Diablo se puso de pie con energía, y abrió de par en par la puerta que daba a la terraza.
         -      ¡Vengan! ordenó.
                Sus huéspedes se levantaron a su vez. Todos salieron. Se encontraron en pleno sol, saludados por un
         cielo azul luminoso.
         -      ¡El mundo es bello! pensó Francoise. ¡La tierra podría ser un Paraíso! Ella ha sido un... ¡El hombre ha
         destruido este Edén! ¿Esta es la coronación de la creación o su maldición?
                Sten se enardeció y preguntó al Diablo:
         -      ¿Cómo se llama esta ciudad?
         -      ¿Ha notado Ud. algo especial?
         -      No, se parecen a tantas otras.
         -      Entonces no necesita un nombre.
         -      Quisiera saber donde nos encontramos.
         -      Señor poeta, en cada casa terrestre, usted está en la mansión del Diablo. Tómelo en cuenta, ¡y no me
         haga preguntas inútiles!
                Lejos, debajo de ellos, en las gargantas profundas que eran las calles, la tropa de autos desfilaba sin
         hacer ruido. Porque, a esa altura, el ruido de la ciudad no llegaba a sus oídos. Unos sirvientes llevaban sillas
         livianas de paja, otros servían el café.
         -      ¡Otro veneno! bromeó la doctora.
         -      Después de todo aquello que acabamos de escuchar, ironizó el técnico, ¡siento que dentro de mí se
         agitan todos los venenos del mundo!
                El Diablo lo miró e inclinó lentamente la cabeza:
         -      ¡Usted no puede saber hasta que punto dice la verdad!
                Alfred no comprendió la alusión. Sten se preguntaba si debía beber ese café de deliciosos efluvios.
         -      ¡Bah! pensó él, un poco más o un poco menos...
                Y tomó un segundo trozo de azúcar.
                La tarde había avanzado mucho, cuando volvieron a entrar en la oficina de! Diablo. Todos estaban
         descansados y refrescados. Del muro, surgió Azo.
         -      ¿Qué nos va a servir Azo ahora? preguntó el Patrón.
         -      Pescados,  dama  y  caballeros.  Excelentes  pescados  frescos,  buenos  y  sanos.  Se  les  comienza  a
         desnaturalizar y envenenar sobre el barco de pesca. Para disminuir los gastos de refrigeración, y aumentar las
         ganancias, se mezcla al hielo sal y nitrito de sodio, -recientemente- también la sulfonamida.
                “Para  poner  en  conserva  los  barenguea  y  pequeños  bacalaos  fritos  se  les  pasa  primero  por  harina
         luego una grasa o aceite hidrogenado. En seguida se les colorea, se les dispone en latas de fierro blanco y se
         les rocía con vinagre. A menudo, se reemplaza el vinagre por el anhídrido acético, que irrita fuertemente las
         mucosas. Las bacterias y otros agentes patógenos no pueden vivir en los productos que contienen de 2% a
         3% de este anhídrido. Este mata las células germinales. No diluido, tiene efectos mortales aún mas, la esencia
         de vinagre y el vinagre de madera contienen arsénico”.
                "Los pescados en aceite, tales como sardinas, atún, cangrejos, langostas, salmón y otros remojados
         primero en salmuera por doce horas luego se les baña en aceite calentado a 200 grados, se les pone en las
         latas,  se  les  rocía  con  aceite  hirviente.  Se  esteriliza  la  lata  sellada  a  alta  temperatura.  De  esta  forma  los
         principios  vitales  se  destruyen  totalmente.  Además  los  cangrejos  son  pasados  por  ácido  bórico  y  por  el
         hexametileno-tetramina. (hexamina)”.
         -      Estos productos están autorizados por la ley dijo la joven.
         -      ¡Y bien, tanto mejor! contestó alegremente el Patrón.
         -      La ley del mundo civilizado anima pues al fraude, sostuvo Azo.
         -      Yo creo, dijo el técnico, que en cuanto se refiere al pescado, la puesta en conserva es indispensable
         por razones técnicas . . .

         La Cocina del Diablo – Gunther Schwab                                                                56
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