Page 177 - Libro Orgullo y Prejuicio
P. 177

atolondrados jóvenes de hoy en día que no piensen más que en sí mismos. No
      hay  uno  solo  de  sus  colonos  y  criados  que  no  le  alabe.  Algunos  dicen  que  es
      orgulloso, pero yo nunca se lo he notado. Me figuro que lo encuentran orgulloso
      porque no es bullanguero como los demás.
        « En qué buen lugar lo sitúa todo esto» , pensó Elizabeth.
        —Tan delicado elogio —cuchicheó su tía mientras seguían visitando la casa—
      no se aviene con lo que hizo a nuestro pobre amigo.
        —Tal vez estemos equivocados.
        —No es probable; lo sabemos de muy buena tinta.
        En  el  amplio  corredor  de  arriba  se  les  mostró  un  lindo  aposento
      recientemente  adornado  con  mayor  elegancia  y  tono  más  claro  que  los
      departamentos  inferiores,  y  se  les  dijo  que  todo  aquello  se  había  hecho  para
      complacer a la señorita Darcy, que se había aficionado a aquella habitación la
      última vez que estuvo en Pemberley.
        —Es realmente un buen hermano —dijo Elizabeth dirigiéndose a una de las
      ventanas.
        La señora Reynolds dijo que la señorita Darcy se quedaría encantada cuando
      viese aquella habitación.
        —Y es siempre así —añadió—, se desvive por complacer a su hermana. No
      hay nada que no hiciera por ella.
        Ya no quedaban por ver más que la galería de pinturas y dos o tres de los
      principales  dormitorios.  En  la  primera  había  varios  cuadros  buenos,  pero
      Elizabeth no entendía nada de arte, y entre los objetos de esa naturaleza que ya
      había visto abajo, no miró más que unos cuantos dibujos en pastel de la señorita
      Darcy de tema más interesante y más inteligible para ella.
        En la galería había también varios retratos de familia, pero no era fácil que
      atrajesen  la  atención  de  un  extraño.  Elizabeth  los  recorrió  buscando  el  único
      retrato  cuyas  facciones  podía  reconocer.  Al  llegar  a  él  se  detuvo,  notando  su
      sorprendente  exactitud.  El  rostro  de  Darcy  tenía  aquella  misma  sonrisa  que
      Elizabeth  le  había  visto  cuando  la  miraba.  Permaneció  varios  minutos  ante  el
      cuadro,  en  la  más  atenta  contemplación,  y  aun  volvió  a  mirarlo  antes  de
      abandonar la galería. La señora Reynolds le comunicó que había sido hecho en
      vida del padre de Darcy.
        Elizabeth  sentía  en  aquellos  momentos  mucha  mayor  inclinación  por  el
      original de la que había sentido en el auge de sus relaciones. Las alabanzas de la
      señora Reynolds no eran ninguna nimiedad. ¿Qué elogio puede ser más valioso
      que  el  de  un  criado  inteligente?  ¡Cuánta  gente  tenía  puesta  su  felicidad  en  las
      manos  de  Darcy  en  calidad  de  hermano,  de  propietario  y  de  señor!  ¡Cuánto
      placer  y  cuánto  dolor  podía  otorgar!  ¡Cuánto  mal  y  cuánto  bien  podía  hacer!
      Todo lo dicho por el ama de llaves le enaltecía. Al estar ante el lienzo en el que él
      estaba retratado, le pareció a Elizabeth que sus ojos la miraban, y pensó en su
   172   173   174   175   176   177   178   179   180   181   182