Page 182 - Libro Orgullo y Prejuicio
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cortesía. Darcy les acompañó hasta el coche y cuando éste echó a andar,
Elizabeth le vio encaminarse despacio hacia la casa.
Entonces empezaron los comentarios de los tíos; ambos declararon que
Darcy era superior a cuanto podía imaginarse.
—Su educación es perfecta y su elegancia y sencillez admirables —dijo su
tío.
—Hay en él un poco de altivez —añadió la tía pero sólo en su porte, y no le
sienta mal. Puedo decir, como el ama de llaves, que aunque se le tache de
orgulloso, no se le nota nada.
—Su actitud con nosotros me ha dejado atónito. Ha estado más que cortés, ha
estado francamente atento y nada le obligaba a ello. Su amistad con Elizabeth era
muy superficial.
—Claro que no es tan guapo como Wickham —repuso la tía—; o, mejor
dicho, que no es tan bien plantado, pero sus facciones son perfectas. ¿Cómo
pudiste decirnos que era tan desagradable, Lizzy?
Elizabeth se disculpó como pudo; dijo que al verse en Kent le había agradado
más que antes y que nunca le había encontrado tan complaciente como aquella
mañana.
—Puede que sea un poco caprichoso en su cortesía —replicó el tío—; esos
señores tan encopetados suelen ser así. Por eso no le tomaré la palabra en lo
referente a la pesca, no vaya a ser que otro día cambie de parecer y me eche de
la finca.
Elizabeth se dio cuenta de que estaban completamente equivocados sobre su
carácter, pero no dijo nada.
—Después de haberle visto ahora, nunca habría creído que pudiese portarse
tan mal como lo hizo con Wickham —continuó la señora Gardiner—, no parece
un desalmado. Al contrario, tiene un gesto muy agradable al hablar. Y hay
también una dignidad en su rostro que a nadie podría hacer pensar que no tiene
buen corazón. Pero, a decir verdad, la buena mujer que nos enseñó la casa
exageraba un poco su carácter. Hubo veces que casi se me escapaba la risa. Lo
que pasa es que debe ser un amo muy generoso y eso, a los ojos de un criado,
equivale a todas las virtudes.
Al oír esto, Elizabeth creyó que debía decir algo en defensa del proceder de
Darcy con Wickham. Con todo el cuidado que le fue posible, trató de insinuarles
que, por lo que había oído decir a sus parientes de Kent, sus actos podían
interpretarse de muy distinto modo, y que ni su carácter era tan malo ni el de
Wickham tan bueno como en Hertfordshire se había creído. Para confirmar lo
dicho les refirió los detalles de todas las transacciones pecuniarias que habían
mediado entre ellos, sin mencionar cómo lo había sabido, pero afirmando que
era rigurosamente cierto.
A la señora Gardiner le sorprendió y sintió curiosidad por el tema, pero como