Page 185 - Libro Orgullo y Prejuicio
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Toda la indignación de Elizabeth contra él había desaparecido desde hacía
tiempo, pero si todavía le hubiese quedado algún rencor, no habría podido
resistirse a la franca cordialidad que Bingley le demostró al verla de nuevo. Le
preguntó por su familia de manera cariñosa, aunque en general, y se comportó y
habló con su acostumbrado buen humor.
Los señores Gardiner acogieron a Bingley con el mismo interés que
Elizabeth. Hacía tiempo que tenían ganas de conocerle. A decir verdad, todos los
presentes les inspiraban la más viva curiosidad. Las sospechas que acababan de
concebir sobre Darcy y su sobrina les llevaron a concentrar su atención en ellos
examinándolos detenidamente, aunque con disimulo, y muy pronto se dieron
cuenta de que al menos uno de ellos estaba muy enamorado. Los sentimientos de
Elizabeth eran algo dudosos, pero era evidente que Darcy rebosaba admiración a
todas luces.
Elizabeth, por su parte, tenía mucho que hacer. Debía adivinar los
sentimientos de cada uno de sus visitantes y al mismo tiempo tenía que contener
los suyos y hacerse agradable a todos. Bien es verdad que lo último, que era lo
que más miedo le daba, era lo que con más seguridad podía conseguir, pues los
interesados estaban ya muy predispuestos en su favor. Bingley estaba listo,
Georgiana lo deseaba y Darcy estaba completamente decidido.
Al ver a Bingley, los pensamientos de Elizabeth volaron, como es natural,
hacia su hermana, y se dedicó afanosamente a observar si alguno de los
pensamientos de aquél iban en la misma dirección. Se hacía ilusiones pensando
que hablaba menos que en otras ocasiones, y una o dos veces se complació en la
idea de que, al mirarla, Bingley trataba de buscar un parecido. Pero, aunque todo
eso no fuesen más que fantasías suyas, no podía equivocarse en cuanto a su
conducta con la señorita Darcy, de la que le habían hablado como presunta rival
de Jane. No notó ni una mirada por parte del uno ni por parte del otro que pudiese
justificar las esperanzas de la hermana de Bingley. En lo referente a este tema se
quedó plenamente satisfecha. Antes de que se fueran, todavía notó por dos o tres
pequeños detalles que Bingley se acordaba de Jane con ternura y parecía que
quería decir algo más y que no se atrevía. En un momento en que los demás
conversaban, lo dijo en un tono pesaroso:
—¡Cuánto tiempo hacía que no tenía el gusto de verla!
Y, antes de que Elizabeth tuviese tiempo de responder, añadió:
—Hace cerca de ocho meses. No nos habíamos visto desde el veintiséis de
noviembre cuando bailamos todos juntos en Netherfield.
Elizabeth se alegró de ver que no le fallaba la memoria. Después,
aprovechando que los demás estaban distraídos, le preguntó si todas sus hermanas
estaban en Longbourn. Ni la pregunta ni el recuerdo anterior eran importantes,
pero la mirada y el gesto de Bingley fueron muy significativos.
Elizabeth no miraba muy a menudo a Darcy; pero cuando lo hacía, veía en él