Page 190 - Libro Orgullo y Prejuicio
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seguida alrededor de la mesa.
Mientras estaban en esto, Elizabeth se dedicó a pensar si temía o si deseaba
que llegase Darcy por el efecto que había de causarle su presencia; y aunque un
momento antes creyó que más bien lo deseaba, ahora empezaba a pensar lo
contrario.
Darcy había estado con el señor Gardiner, que pescaba en el río con otros dos
o tres caballeros, pero al saber que las señoras de su familia pensaban visitar a
Georgiana aquella misma mañana, se fue a casa. Al verle entrar, Elizabeth
resolvió aparentar la mayor naturalidad, cosa necesaria pero difícil de lograr,
pues le constaba que toda la reunión estaba pendiente de ellos, y en cuanto Darcy
llegó todos los ojos se pusieron a examinarle. Pero en ningún rostro asomaba la
curiosidad con tanta fuerza como en el de la señorita Bingley, a pesar de las
sonrisas que prodigaba al hablar con cualquiera; sin embargo, sus celos no habían
llegado hasta hacerla desistir de sus atenciones a Darcy. Georgiana, en cuanto
entró su hermano, se esforzó más en hablar, y Elizabeth comprendió que Darcy
quería que las dos intimasen, para lo cual favorecía todas las tentativas de
conversación por ambas partes. La señorita Bingley también lo veía y con la
imprudencia propia de su ira, aprovechó la primera oportunidad para decir con
burlona finura:
—Dígame, señorita Elizabeth, ¿es cierto que la guarnición de Meryton ha sido
trasladada? Ha debido de ser una gran pérdida para su familia.
En presencia de Darcy no se atrevió a pronunciar el nombre de Wickham,
pero Elizabeth adivinó que tenía aquel nombre en su pensamiento; los diversos
recuerdos que le despertó la afligieron durante un momento, pero se sobrepuso
con entereza para repeler aquel descarado ataque y respondió a la pregunta en
tono despreocupado. Al hacerlo, una mirada involuntaria le hizo ver a Darcy con
el color encendido, que la observaba atentamente, y a su hermana
completamente confusa e incapaz de levantar los ojos. Si la señorita Bingley
hubiese podido sospechar cuánto apenaba a su amado, se habría refrenado,
indudablemente; pero sólo había intentado descomponer a Elizabeth sacando a
relucir algo relacionado con un hombre por el que ella había sido parcial y para
provocar en ella algún movimiento en falso que la perjudicase a los ojos de
Darcy y que, de paso, recordase a éste los absurdos y las locuras de la familia
Bennet. No sabía una palabra de la fuga de la señorita Darcy, pues se había
mantenido estrictamente en secreto, y Elizabeth era la única persona a quien
había sido revelada. Darcy quería ocultarla a todos los parientes de Bingley por
aquel mismo deseo, que Elizabeth le atribuyó tanto tiempo, de llegar a formar
parte de su familia. Darcy, en efecto, tenía este propósito, y aunque no fue por
esto por lo que pretendió separar a su amigo de Jane, es probable que se sumara
a su vivo interés por la felicidad de Bingley.
Pero la actitud de Elizabeth le tranquilizó. La señorita Bingley, humillada y