Page 186 - Libro Orgullo y Prejuicio
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una expresión de complacencia y en lo que decía percibía un acento que borraba
todo desdén o altanería hacia sus acompañantes, y la convencía de que la
mejoría de su carácter de la que había sido testigo el día anterior, aunque fuese
pasajera, había durado, al menos, hasta la fecha. Al verle intentando ser sociable,
procurando la buena opinión de los allí presentes, con los que tener algún trato
hacía unos meses habría significado para él una deshonra; al verle tan cortés, no
sólo con ella, sino con los mismísimos parientes que había despreciado, y
recordaba la violenta escena en la casa parroquial de Hunsford, la diferencia, el
cambio era tan grande, que a duras penas pudo impedir que su asombro se
hiciera visible. Nunca, ni en compañía de sus queridos amigos en Netherfield, ni
en la de sus encopetadas parientes de Rosings, le había hallado tan ansioso de
agradar, tan ajeno a darse importancia ni a mostrarse reservado, como ahora en
que ninguna vanidad podía obtener con el éxito de su empeño, y en que el trato
con aquellos a quienes colmaba de atenciones habría sido censurado y
ridiculizado por las señoras de Netherfield y de Rosings.
La visita duró una media hora, y cuando se levantaron para despedirse,
Darcy pidió a su hermana que apoyase la invitación a los Gardiner y a la
señorita Bennet, para que fuesen a cenar en Pemberley antes de irse de la
comarca. La señorita Darcy, aunque con una timidez que descubría su poca
costumbre de hacer invitaciones, obedeció al punto. La señora Gardiner miró a
su sobrina para ver cómo ésta, a quien iba dirigida la invitación, la acogería; pero
Elizabeth había vuelto la cabeza. Presumió, sin embargo, que su estudiada
evasiva significaba más bien un momentáneo desconcierto que disgusto por la
proposición, y viendo a su marido, que era muy aficionado a la vida social,
deseoso de acceder, se arriesgó a aceptar en nombre de los tres; y la fecha se
fijó para dos días después.
Bingley se manifestó encantado de saber que iba a volver a ver a Elizabeth,
pues tenía que decirle aún muchas cosas y hacerle muchas preguntas acerca de
todos los amigos de Hertfordshire. Elizabeth creyó entender que deseaba oírle
hablar de su hermana y se quedó muy complacida. Éste y algunos otros detalles
de la visita la dejaron dispuesta, en cuanto se hubieron ido sus amigos, a
recordarla con agrado, aunque durante la misma se hubiese sentido un poco
incómoda. Con el ansia de estar sola y temerosa de las preguntas o suposiciones
de sus tíos, estuvo con ellos el tiempo suficiente para oír sus comentarios
favorables acerca de Bingley, y se apresuró a vestirse.
Pero estaba muy equivocada al temer la curiosidad de los señores Gardiner,
que no tenían la menor intención de hacerle hablar. Era evidente que sus
relaciones con Darcy eran mucho más serias de lo que ellos habían creído, y
estaba más claro que el agua que él estaba enamoradísimo de ella. Habían visto
muchas cosas que les interesaban, pero no justificaban su indagación.
Lo importante ahora era que Darcy fuese un buen muchacho. Por lo que