Page 188 - Libro Orgullo y Prejuicio
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feliz. No necesitaba más que saber hasta qué punto deseaba que aquella felicidad
dependiera de ella, y hasta qué punto redundaría en la felicidad de ambos que
emplease el poder que imaginaba poseer aún de inducirle a renovar su
proposición.
Por la tarde la tía y la sobrina acordaron que una atención tan extraordinaria
como la de la visita de la señorita Darcy el mismo día de su llegada a Pemberley
donde había llegado poco después del desayuno debía ser correspondida, si no
con algo equivalente, por lo menos con alguna cortesía especial. Por lo tanto,
decidieron ir a visitarla a Pemberley a la mañana siguiente. Elizabeth se sentía
contenta, a pesar de que cuando se preguntaba por qué, no alcanzaba a encontrar
una respuesta.
Después del desayuno, el señor Gardiner las dejó. El ofrecimiento de la
pesca había sido renovado el día anterior y le habían asegurado que a mediodía
le acompañaría alguno de los caballeros de Pemberley.