Page 193 - Libro Orgullo y Prejuicio
P. 193
CAPÍTULO XLVI
Al llegar a Lambton, le disgustó a Elizabeth no encontrar carta de Jane; el
disgusto se renovó todas las mañanas, pero a la tercera recibió dos cartas a la vez,
en una de las cuales había una nota diciendo que se había extraviado y había sido
desviada a otro lugar, cosa que a Elizabeth no le sorprendió, porque Jane había
puesto muy mal la dirección.
En el momento en que llegaron las dos cartas, se disponían a salir de paseo, y
para dejarla que las disfrutase tranquilamente, sus tíos se marcharon solos.
Elizabeth leyó primero la carta extraviada que llevaba un retraso de cinco días.
Al principio relataba las pequeñas tertulias e invitaciones, y daba las pocas
noticias que el campo permitía; pero la última mitad, fechada un día después y
escrita con evidente agitación, decía cosas mucho más importantes:
Después de haber escrito lo anterior, queridísima Elizabeth, ha ocurrido
algo muy serio e inesperado; pero no te alarmes todos estamos bien. Lo
que voy a decirte se refiere a la pobre Lydia. Anoche a las once, cuando
nos íbamos a acostar, llegó un expreso enviado por el coronel Forster para
informarnos de que nuestra hermana se había escapado a Escocia con uno
de los oficiales; para no andar con rodeos: con Wickham. Imagínate
nuestra sorpresa. Sin embargo, a Catherine no le pareció nada
sorprendente. Estoy muy triste. ¡Qué imprudencia por parte de ambos!
Pero quiero esperar lo mejor y que Wickham no sea tan malo como se ha
creído, que no sea más que ligero e indiscreto; pues lo que ha hecho —
alegrémonos de ello— no indica mal corazón. Su elección, al fin y al cabo,
es desinteresada, porque sabe que nuestro padre no le puede dar nada a
Lydia. Nuestra pobre madre está consternada. Papá lo lleva mejor. ¡Qué
bien hicimos en no decirles lo que supimos de Wickham! Nosotras mismas
debemos olvidarlo. Se supone que se fugaron el sábado a las doce
aproximadamente, pero no se les echó de menos hasta ayer a las ocho de
la mañana. Inmediatamente mandaron el expreso. Querida Elizabeth, ¡han
debido pasar a menos de diez millas de vosotros! El coronel Forster dice
que vendrá en seguida. Lydia dejó escritas algunas líneas para la señora
Forster comunicándole sus propósitos. Tengo que acabar, pues no puedo
extenderme a causa de mi pobre madre. Temo que no entiendas lo escrito,
pues ni siquiera sé lo que he puesto.
Sin tomar tiempo para meditar y sin saber apenas lo que sentía al acabar la
lectura de esta carta, Elizabeth abrió la otra con impaciencia y leyó lo que sigue,
escrito un día después: