Page 180 - Libro Orgullo y Prejuicio
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por el camino más corto. Pero andaban muy despacio porque el señor Gardiner
era aficionado a la pesca, aunque pocas veces podía dedicarse a ella, y se
distraía cada poco acechando la aparición de alguna trucha y comentándolo con
el jardinero. Mientras seguían su lenta marcha, fueron sorprendidos de nuevo; y
esta vez el asombro de Elizabeth fue tan grande como la anterior al ver a Darcy
encaminándose hacia ellos y a corta distancia. Como el camino no quedaba tan
oculto como el del otro lado, se vieron desde lejos. Por lo tanto, Elizabeth estaba
más prevenida y resolvió demostrar tranquilidad en su aspecto y en sus palabras
si realmente Darcy tenía intención de abordarles. Hubo un momento en que
creyó firmemente que Darcy iba a tomar otro sendero, y su convicción duró
mientras un recodo del camino le ocultaba, pero pasado el recodo, Darcy
apareció ante ellos. A la primera mirada notó que seguía tan cortés como hacía
un momento, y para imitar su buena educación comenzó a admirar la belleza del
lugar; pero no acababa de decir « delicioso» y « encantador» , cuando pensó que
el elogiar Pemberley podría ser mal interpretado. Cambió de color y no dijo
más.
La señora Gardiner venía un poco más atrás y Darcy aprovechó el silencio
de Elizabeth para que le hiciese el honor de presentarle a sus amigos. Elizabeth no
estaba preparada para este rasgo de cortesía, y no pudo evitar una sonrisa al ver
que pretendía conocer a una de aquellas personas contra las que su orgullo se
había rebelado al declarársele. « ¿Cuál será su sorpresa —pensó— cuando sepa
quiénes son? Se figura que son gente de alcurnia.»
Hizo la presentación al punto y, al mencionar el parentesco, miró
rápidamente a Darcy para ver el efecto que le hacía y esperó que huiría a toda
prisa de semejante compañía. Fue evidente que Darcy se quedó sorprendido,
pero se sobrepuso y en lugar de seguir su camino retrocedió con todos ellos y se
puso a conversar con el señor Gardiner. Elizabeth no pudo menos que sentirse
satisfecha y triunfante. Era consolador que Darcy supiera que tenía parientes de
los que no había por qué avergonzarse. Escuchó atentamente lo que decían y se
ufanó de las frases y observaciones de su tío que demostraban su inteligencia, su
buen gusto y sus excelentes modales.
La conversación recayó pronto sobre la pesca, y Elizabeth oyó que Darcy
invitaba a su tío a ir a pescar allí siempre que quisiera mientras estuviesen en la
ciudad vecina, ofreciéndose incluso a procurarle aparejos y señalándole los
puntos del río más indicados para pescar. La señora Gardiner, que paseaba del
brazo de Elizabeth, la miraba con expresión de incredulidad. Elizabeth no dijo
nada, pero estaba sumamente complacida; las atenciones de Darcy debían
dirigirse a ella seguramente. Su asombro, sin embargo, era extraordinario y no
podía dejar de repetirse: « ¿Por qué estará tan cambiado? No puede ser por mí,
no puede ser por mi causa que sus modales se hayan suavizado tanto. Mis
reproches en Hunsford no pueden haber efectuado una transformación