Page 201 - Libro Orgullo y Prejuicio
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Ya comprenderéis que estaba lejos de sospechar que hubiesen de derivarse tan
      funestas consecuencias.
        —¿Cuándo trasladaron la guarnición a Brighton, no tenías idea de que hubiese
      algo entre ellos?
        —Ni la más mínima. No recuerdo haber notado ninguna señal de afecto ni
      por  parte  del  uno  ni  por  parte  del  otro.  Si  hubiese  habido  algo,  ¡buena  es  mi
      familia para que les pasara inadvertido! Cuando Wickham entró en el Cuerpo, a
      Lydia  le  gustó  mucho,  pero  no  más  que  a  todas  nosotras.  Todas  las  chicas  de
      Meryton y de los alrededores perdieron la cabeza por él durante los dos primeros
      meses, pero él nunca hizo a Lydia ningún caso especial, por lo que después de un
      período de admiración extravagante y desenfrenada, dejó de acordarse de él y
      se dedicó a otros oficiales que le prestaban mayor atención.
        Aunque  pocas  cosas  nuevas  podían  añadir  a  sus  temores,  esperanzas  y
      conjeturas sobre tan interesante asunto, los viajeros lo debatieron durante todo el
      camino. Elizabeth no podía pensar en otra cosa. La más punzante de todas las
      angustias, el reproche a sí misma, le impedía encontrar el menor intervalo de
      alivio o de olvido.
        Anduvieron lo más de prisa que pudieron, pasaron la noche en una posada, y
      llegaron a Longbourn al día siguiente, a la hora de comer. El único consuelo de
      Elizabeth fue que no habría hecho esperar a Jane demasiado.
        Los pequeños Gardiner, atraídos al ver un carruaje, esperaban de pie en las
      escaleras de la casa mientras éste atravesaba el camino de entrada. Cuando el
      coche paró en la puerta, la alegre sorpresa que brillaba en sus rostros y retozaba
      por todo su cuerpo haciéndoles dar saltos, fue el preludio de su bienvenida.
        Elizabeth  les  dio  un  beso  a  cada  uno  y  corrió  al  vestíbulo,  en  donde  se
      encontró con Jane que bajaba a toda prisa de la habitación de su madre.
        Se  abrazaron  con  efusión,  con  los  ojos  llenos  de  lágrimas,  y  Elizabeth
      preguntó sin perder un segundo si se había sabido algo de los fugitivos.
        —Todavía  no  —respondió  Jane—,  pero  ahora  que  ya  ha  llegado  nuestro
      querido tío, espero que todo vaya bien.
        —¿Está papá en la capital?
        —Sí, se fue el martes, como te escribí.
        —¿Y qué noticias habéis tenido de él?
        —Pocas.  El  miércoles  me  puso  unas  líneas  diciéndome  que  había  llegado
      bien  y  dándome  su  dirección,  como  yo  le  había  pedido.  Sólo  añadía  que  no
      volvería a escribir hasta que tuviese algo importante que comunicarnos.
        —¿Y mamá, cómo está? ¿Cómo estáis todas?
        —Mamá está bien, según veo, aunque muy abatida. Está arriba y tendrá gran
      satisfacción en veros a todos. Todavía no sale de su cuarto. Mary y Catherine se
      encuentran perfectamente, gracias a Dios.
        —¿Y tú, cómo te encuentras? —preguntó Elizabeth—. Estás pálida. ¡Cuánto
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