Page 205 - Libro Orgullo y Prejuicio
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risa. Te ruego que me excuses con Pratt por no cumplir mi compromiso de
bailar con él esta noche; dile que espero que me perdone cuando lo sepa
todo, y también que bailaré con él con mucho gusto en el primer baile en
que nos encontremos. Mandaré por mis trajes cuando vaya a Longbourn,
pero dile a Sally que arregle el corte del vestido de muselina de casa antes
de que lo empaquetes. Adiós. Dale recuerdos al coronel Forster. Espero
que brindaréis por nuestro feliz viaje.
Afectuosos saludos de tu amiga,
Lydia Bennet
—¡Oh, Lydia, qué inconsciente! ¡Qué inconsciente! —exclamó Elizabeth al
acabar de leer—. ¡Qué carta para estar escrita en semejante momento! Pero al
menos parece que se tomaba en serio el objeto de su viaje; no sabemos a qué
puede haberla arrastrado Wickham, pero el propósito de Lydia no era tan infame.
¡Pobre padre mío! ¡Cuánto lo habrá sentido!
—Nunca vi a nadie tan abrumado. Estuvo diez minutos sin poder decir una
palabra. Mamá se puso mala en seguida. ¡Había tal confusión en toda la casa!
—¿Hubo algún criado que no se enterase de toda la historia antes de terminar
el día?
—No sé, creo que no. Pero era muy difícil ser cauteloso en aquellos
momentos. Mamá se puso histérica y aunque yo la asistí lo mejor que pude, no
sé si hice lo que debía. El horror de lo que había sucedido casi me hizo perder el
sentido.
—Te has sacrificado demasiado por mamá; no tienes buena cara. ¡Ojalá
hubiese estado yo a tu lado! Así habrías podido cuidarte tú.
—Mary y Catherine se portaron muy bien y no dudo que me habrían
ayudado, pero no lo creí conveniente para ninguna de las dos; Catherine es débil
y delicada, y Mary estudia tanto que sus horas de reposo no deben ser
interrumpidas. Tía Philips vino a Longbourn el martes, después de marcharse
papá, y fue tan buena que se quedó conmigo hasta el jueves. Nos ayudó y animó
mucho a todas. Lady Lucas estuvo también muy amable: vino el viernes por la
mañana para condolerse y ofrecernos sus servicios en todo lo que le fuera
posible y enviarnos a cualquiera de sus hijas si creíamos que podrían sernos
útiles.
—Más habría valido que se hubiese quedado en su casa —dijo Elizabeth—;
puede que sus intenciones fueran buenas; pero en desgracias como ésta se debe
rehuir de los vecinos. No pueden ayudarnos y su condolencia es ofensiva. ¡Qué
se complazcan criticándonos a distancia!
Preguntó entonces cuáles eran las medidas que pensaba tomar su padre en la
capital con objeto de encontrar a su hija.
—Creo que tenía intención de ir a Epsom —contestó Jane—, que es donde