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MANIFIESTO DEL SOCIALISMO NUEVO
EL MILITARISMO
En el siglo XX las pugnas por la repartición del mundo dieron origen a dos guerras mundiales y los crímenes de Hiroshima y Nagasaki en 1945.
Hoy los países avanzados comandados por los EU, reforzados con la ciencia, la tecnología y la complicidad de la ONU, imponen un nuevo do-
minio militar contra las naciones que no se sujetan a las reglas de la “democracia”. Cuba, Granada, Panamá, Irak y Afganistán, son casos de los
años recientes.
La “guerra del siglo XXI”, comercial ahora pero con un horizonte bélico en el futuro, tiene el escenario puesto.
EL NEOFEUDALISMO Y EL NEOFASCISMO
Estos cambios marcan tendencias hacia la organización neofeudal y fascista.
Hagamos una reflexión. Lo que un día ha sido solución a los problemas, muere dos veces: una cuando ya no responde a su necesidad de origen,
otra cuando su época ya rindió todo. Esto es porque ningún hecho histórico se despide del todo. Deja su huella en los pueblos, pasa a formar
parte de ellos como condición para ulteriores desarrollos y reaparece al final de su era para volver a desaparecer.
Mas, ¿por qué resucitar cuando es más fácil morir de una vez sin avisar, sin atormentar a los vivos y mejor dejarlos hacer su propia vida? Porque
cuando se agotan las respuestas una época que agoniza convoca en su desesperación a todos sus hijos, incluso a los no queridos. Entonces el sig-
nificado que cada hecho tuvo en su tiempo de vigencia no es el mismo que adopta en la totalidad del devenir histórico. Para pasar a otro mundo,
por tanto, todo objeto social debe comparecer y fallecer dos veces: una cuando es carne de su propio tiempo, otra cuando es polvo reanimado.
En la primera es sometido al juicio parcial de sus contrarios, en la segunda al fallo inapelable de la historia.
Y, por eso, si la historia se repite dos veces, “una como tragedia y otra como farsa”, lo hace la primera como realidad y la segunda como simulacro.
Ambas con efectos prácticos. En este último vive hoy la mente de las izquierdas y las derechas, incapaces de generar nuevos planteamientos. Sin
darse cuenta de que su tiempo ha terminado, el neoliberalismo, el neozapatismo, el neocardenismo, el neosandinismo, el neofeudalismo y otras
corrientes acuden al santuario a despedirse.
Ahora vivimos una doble existencia: una real, el capitalismo corporativo y supranacional; y otra fantasmática, vestida con atavíos mortuorios
neofeudales y neofascistas.
LOS SIGNOS DEL NEOFEUDALISMO:
De modo semejante a la dispersión territorial y política del feudalismo, hoy las corporaciones autárquicas y la regionalización ayudan a la des-
membración nacional. Igual, la élite del poder político, económico y policial ocupa el núcleo social. En torno de ella, con subcontratación vasá-
lica, constelan los pequeños y medianos empresarios y sus trabajadores. Los siervos, fuera del intercambio, son dejados a su suerte. Las clases,
suplantadas por los estamentos como el financiero, el militar, el tecnocrático y el clerical, ganan privilegios o fueros.
Las leyes privativas para niños, ancianos, mujeres, van desintegrando al derecho general de la nación y el trabajo, base social moderna. La
usura que impregnó las relaciones económicas feudales revive con el auge del crédito, usado para incentivar la circulación del capital. El nexo
contractual de compra-venta es sustituido por la relación clientelar que ata al comprador con seguros, mantenimiento, asesoría, etc. La educa-
ción superior, con la vinculación “escuela-empresa”, engancha al estudiante con créditos de vasallaje para pagar los estudios.