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incluyen la fascinación por "la negrura sin reflejos del abismo" de Dunsany, y por el
                  arrastre, deslizamiento, caída o corrimiento hasta el interior del Mar Subterráneo, la Cueva
                  o la "sucia espuma" sin nombre). Los iconos específicos pueden constituir igualmente
                  sustanciosos objetos de estudio. Citando también al azar: libros y museos (recuerdos),
                  criaturas octópodas (madre posesiva), monstruos comedores de hombres (la insaciable
                  hambre del niño) y cosas gigantes (los adultos vistos por los niños). A diferencia de la
                  Criatura de Frankenstein, del Lord Ruthven de Polidori, de la manifestación externa de la
                  "Bestia en el Hombre" de Stevenson y del Drácula de Stoker, los monstruos de ojos
                  saltones,  representativos  de  los   Dioses   Mayores,  nunca  pueden  ser   destruidos.  Como
                  mucho, pueden ser temporalmente sometidos o reprimidos. Pero están siempre ahí, en el
                  Exterior, al acecho.


                  En este rechazo del universo de la moralidad tradicional que son los relatos de horror reside
                  una de las  claves, quizá, del perdurable atractivo de Lovecraft. Pero Lovecraft prefirió
                  interpretar sus sueños y pesadillas en términos dramatúrgicos, como el producto de un
                  repudio del papel que, creía, le había sido atribuido por la sociedad contemporánea. Sus
                  sueños-tema,   tan   apropiados   para   expresarlos   en   la   arcaica   prosa   gótica,   habría   que
                  encontrarlos en la literatura del siglo XIX.


                  Debido a esto, en Marzo de 1929 escribió: "mi escritura pronto se hizo distorsionada, hasta
                  que, por fin,  escribir sólo fue un medio de recrear a mi alrededor la atmósfera de mis
                  favoritos del siglo XVIII... todo sucumbió a mi único e intenso propósito de pensar y soñar
                  retro-trayéndome a aquel mundo de pelucas y casacas que, por alguna extraña razón, me
                  parecía el mundo normal. Así, fui conformando un hábito de imitación que nunca he podido
                  sacudirme del todo. incluso cuando pretendo escapar de él sólo es, generalmente, a costa de
                  imitar cualquier otra cosa. Ahí están mis fragmentos «Poe» y mis fragmentos «Dunsany»,
                  pero ¡ay de mí!, ¿dónde están mis fragmentos Lovecraft?". Cuando expresaba su aversión
                  por los "asiáticos de ojos pequeños y cara de rata", o por los "viejos levitas ruidosos", decía
                  estar demostrando cuánto le desagradaba lo que habían hecho los inmigrantes con los
                  antiguos distritos de Nueva Inglaterra que él tanto amaba. Probablemente, su esposa no fue,
                  al principio, culpable de esto. Pero cuando ella propuso comprar una casa grande en
                  Providente y para levantar la economía familiar quiso emplear parte de la casa "para mi
                  propia empresa comercial" (su objeto era cubrir gastos), fue "amable pero firmemente
                  informada" por sus pochas tías que "ni ellas ni su sobrino podían permitir tener trabajando
                  en Providence aula esposa de Howard para vivir". El proyecto, naturalmente, no se llevó a
                  cabo y el matrimonio se rompió. La sucesión de los mundos soñados por Lovecraft
                  (patricio   en   la   antigua   Roma,   guerrero   vikingo,   terrateniente   inglés   del   siglo   XVIII,
                  aristócrata de  Nueva  Inglaterra, los  Mitos  Cthulhu}   pueden interpretarse  en  términos
                  similares y sus cartas lo dejan perfectamente claro. Aunque Lovecraft gustaba de presentar
                  una imagen de "erudito anticuario", estos mundos de sueño no se basaban en una extensiva
                  lectura ni  en un  profundo estudio de las  fuentes  históricas primarias. A  menudo  los
                  experimentaba in situ y sus ensoñaciones eran estimuladas por "impresiones" románticas
                  del ambiente: "Jamestown es uno de los estímulos más poderosamente imaginativos que
                  nunca he recibido. Pisar el suelo desde el que los caballeros aventureros isabelinos se
                  abrieron camino para la colonización del mundo del Oeste causa un escalofrío que ninguna
                  otra cosa puede producir". Cuando escribió un relate en colaboración con alguien que
                  realmente había hecho un estudio profundo de lo Oculto { Through the gotea of a Silver



                                                                                                        95
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