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Key, con E. Hoffman Price), el resultado quedó sobrecargado de detalles esotéricos sobre
misticismo Oriental y teosofía de adame Blavatsky, por lo que es virtualmente imposible de
seguir. Lovecraft nunca estudio lo oculto en profundidad. Quizá esto se debió a que
imaginó que,. si lo hacia, los "libros fuente" dejarían en él una profunda huella. Los
mejores relatos de los Mitos Cthulhu son transcripciones sin retocar de sueños.
Lovecraft se daba perfecta cuenta de los peligros de escribir en un estilo superenfático,
entregándose a una innecesaria pedantería y exagerando los adjetivos en lo referente a te
ficción del horror. En su ensayo Supernatural Horror in Literature y en sus Notes on the
Writing of Weird Fiction, hacía hincapié en que tales trampas de teatralidad debían evitarse:
"hay que eliminar todo lo que pueda resultar superflua, palabras, frases, párrafos y
elementos o episodios enteros"; "toques de detalles selectivos, asociativos" era todo cuanto
se necesitaba; "es preciso evitar los simples catálogos de sucesos increíbles, los cuales
puede que no tengan, en el fondo, más significado aparte de una continua nube de color y
simbolismo"; "con respecto al principal motivo de asombro, los personajes deberán mostrar
la misma arrolladora admiración que personajes similares mostrarían en la vida real". A
primera vista, Lovecraft parece haber desobedecido todas las normas: en sus relatos
abundan los solecismos góticos de que disponía Lovecraft. En lugar de involucrar al lector
en lo que va a suceder, intenta obligarle a aceptar que los objetos o incidentes son
espantosos, que inspiran temor; y lo hace mediante una barrera de adjetivos que describen
dichas emociones. En este género, el único autor contemporáneo que exageraba hasta el
mismo extremo era Sax Rohner, pero esto se debía, probablemente, a que había hecho su
aprendizaje como escritor de Music Hall, componiendo pretenciosas canciones para George
Robey y Little Tich. Lovecraft consideraba que no debía estimularse al lector a quedar
apartado de la "atmósfera de temor e impresión" que el autor intentaba "urdir". "Excepto en
las novelas de pura Charlatanería, inmaduras y de poca calidad, no se puede presentar una
relación de fenómenos imposibles, improbables o inconcebibles como una vulgar narración
de actos objetivos". Pero ante la exagerada madurez de la prosa de Lovecraft, la primera
respuesta del lector es la de mantenerse alejado, sobre todo porque sus desenlaces están
condensados, invariablemente, en algunas líneas en bastardilla.
"Aquel espantoso peligro final que farfulla de forma indecible fuera del universo ordenado,
al cual los sueños no llegan; aquella última y amorfa plaga, profunda confusión que
blasfema y burbujea en el centro de toda la infinitud. el demonio sin límites, el sultán
Azathoth, cuyo nombre ningún labio se atreve a pronunciar en voz alta; el que en
inconcebibles y oscuras cámaras roe ávidamente más allá del tiempo, en medio del
amortiguado y enloquecedor batir de horribles tambores y el leve y monótono gemido de
flautas malditas"(1}.
Parece que Lovecraft no se daba cuenta de que estaba desobedeciendo flagrantemente sus
propios principios críticos. El creía a pies juntillos que estaba "urdiendo una atmósfera de
miedo e impresión que correspondía a lo que el lector debía sentir" y que "pintaba un
vívido cuadro de cierto estado de ánimo humano". Este es uno de los principales problemas
para quienes tratan de comprender el mundo de los sueños de Lovecraft.
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