Page 113 - Frankenstein, o el moderno Prometeo
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Por último, llegué al pueblo de Chamoix. Tras el extremo cansancio del cuerpo y
           de la mente que había soportado, me sobrevino el agotamiento. Permanecí un rato en
           la ventana, observando los plácidos relámpagos que jugaban sobre el Mont Blanc, y
           escuchando el rumor precipitado del Arve que seguía su curso fragoroso por abajo.

           Estos mismos rumores fueron un arrullo para mi excitada sensibilidad; cuando apoye
           la  cabeza  en  la  almohada,  me  invadió  el  sueño;  noté  cómo  se  adueñaba  de  mí,  y
           bendije al dador del olvido.
















































































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