Page 154 - Frankenstein, o el moderno Prometeo
P. 154
considerarte unido a Elizabeth, por tu promesa, quizá esta lucha te ocasione el hondo
sufrimiento que pareces soportar.
—Mi querido padre, tranquilízate. Amo a mi prima tierna y sinceramente. Jamás
he conocido a ninguna mujer que haya despertado en mí, como despierta Elizabeth, la
más cálida admiración y afecto. Mis esperanzas y perspectivas de futuro están
completamente ligadas a nuestra proyectada unión.
—Tus manifestaciones sobre este particular, querido Victor, me producen la
mayor alegría que he sentido desde hace tiempo. Si es así como piensas, sin duda
seremos felices, aunque los presentes acontecimientos nos hayan sumido en la
melancolía. Y esta melancolía, que parece tan fuertemente arraigada en tu mente, es
lo que yo deseo disipar. Así que dime si tienes alguna objeción a que se celebre
inmediatamente vuestro matrimonio. Hemos sido desgraciados, y las recientes
desgraciadas nos han arrebatado la tranquilidad cotidiana que tanto conviene a mis
años y a mis achaques. Tú eres joven; sin embargo, supongo que con una desahogada
fortuna como la que posees, el matrimonio prematuro no perturbará ninguno de los
planes futuros de honor y utilidad que hayas trazado. No creas, sin embargo, que es
mi deseo dictarte la felicidad, ni que me vas a ocasionar seria inquietud si decides
aplazarlo. Así que te pido que interpretes mis palabras desapasionadamente y me
contestes con sinceridad y confianza.
Escuché a mi padre en silencio y durante un rato fui incapaz de darle ninguna
respuesta. Di vueltas rápidamente en la cabeza a una multitud de pensamientos,
pugnando por llegar a alguna conclusión. Pero ¡ay!, la idea de una inmediata unión
con Elizabeth me producía horror y espanto. Me encontraba atado por una promesa
solemne que aún no había cumplido, y no me atrevía a romper, ya que si lo hacía,
¡cuántas desgracias caerían sobre mí y mi desventurada familia! ¿Podía celebrar nada
con este peso mortal que me doblaba hasta el suelo colgando aún de mí? Tenía que
cumplir mi compromiso y dejar que el monstruo se marchase con su compañera antes
de permitirme gozar de la dicha de una unión de la que esperaba la paz.
Recordé también la necesidad en que me encontraba de viajar a Inglaterra, o de
iniciar una larga correspondencia con los filósofos de aquel país cuya ciencia y
descubrimientos eran indispensables para mi presente empresa. El segundo recurso
para conseguir la deseada información era lento y poco satisfactorio; además, sentía
una insuperable aversión a la idea de abordar mi abominable tarea en casa de mi
padre, mientras sostenía una relación entrañable con aquellos a quienes amaba. Sabía
que podían ocurrir mil accidentes espantosos, el más ligero de los cuales revelaría
una historia capaz de hacer estremecer de horror a toda mi familia. Me daba cuenta,
además, de que perdería frecuentemente mi autodominio y mi capacidad de ocultar
los angustiosos sentimientos que me embargarían durante el progreso de la horrenda
tarea. Tenía que alejarme de todos los que amaba mientras trabajase en esto. Una vez
empezado terminaría rápidamente y podría reintegrarme a mi familia en paz y con
felicidad. Cumplida mi promesa, el monstruo se marcharía para siempre. O (así daba
ebookelo.com - Página 154