Page 158 - Frankenstein, o el moderno Prometeo
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en  mi  memoria?  No,  no  es  así;  tu  cuerpo  tan  divinamente  forjado,  y  radiante  de
           belleza, se ha corrompido; pero tu espíritu aún visita y consuela a este desventurado
           amigo tuyo.
               Perdone  esta  efusión  de  dolor;  estas  inútiles  palabras  no  son  sino  un  tributo

           pequeño  al  valor  incomparable  de  Henry;  pero  alivian  mi  corazón  transido  por  la
           angustia que me causa su recuerdo. Proseguiré con mi historia.
               Después de pasar Colonia descendimos a las llanuras de Holanda, y decidimos
           hacer en diligencia el resto del trayecto, pues el viento era contrario, y la corriente del

           río demasiado mansa para ayudarnos.
               Aquí,  nuestro  viaje  perdió  el  interés  de  los  bellos  parajes;  y  a  los  pocos  días
           llegamos a Rotterdam, de donde zarpamos para Inglaterra. Fue una clara mañana de
           últimos de diciembre cuando vi por primera vez los blancos acantilados ingleses. Las

           riberas del Támesis mostraban un paisaje nuevo; eran llanas pero fértiles, y casi cada
           pueblo estaba marcado por el recuerdo de algún hecho memorable. Vimos Tilbury
           Fort,  que  nos  recordó  la  Armada  Española;  Gravesend,  Woolwich  y  Greenwich…
           lugares de los que había oído hablar incluso en mi país.

               Finalmente  divisamos  los  numerosos  campanarios  de  Londres,  la  descollante
           cúpula de San Pablo y la Torre famosa de la historia de Inglaterra.























































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