Page 171 - Frankenstein, o el moderno Prometeo
P. 171
Capítulo XXI
Poco después estaba ante el magistrado, un hombre anciano y benévolo, de modales
afables y sosegados. Me miró, sin embargo, con cierta severidad; y volviéndose luego
a los que me conducían, preguntó quiénes comparecían como testigos.
Se ofrecieron como media docena de hombres. El magistrado eligió a uno de
ellos, el cual declaró que había salido a pescar la noche anterior con su hijo y su
cuñado Daniel Nugent; hacia las diez, observaron que se estaba levantando fuerte
viento del norte, de modo que regresaron. Era una noche muy oscura, dado que la
luna no había salido todavía; no entraron en el puerto, sino, como tenían por
costumbre, en una ensenada que hay un par de millas más abajo. Echó él a andar
primero, cargando con parte de los aparejos de pesca, y sus compañeros le siguieron a
cierta distancia. Cuando iba por la arena, su pie chocó con algo, y se cayó cuán largo
era al suelo. Sus compañeros acudieron a ayudarle; y a la luz del farol que llevaban
descubrieron que había tropezado con el cuerpo de un hombre que tenía todo el
aspecto de estar muerto. Al principio supusieron que se trataba del cadáver de algún
ahogado que habían sacado las olas; pero al examinarlo, descubrieron que no tenía las
ropas mojadas, y que ni siquiera estaba frío. Inmediatamente lo trasladaron a la
cabaña de una vieja que vivía allí cerca y trataron de reanimarlo, aunque en vano. Era
un joven de buen aspecto, de unos veinticinco años de edad. Al parecer lo habían
estrangulado, pues no tenía señales de violencia, salvo las huellas negras de unos
dedos en el cuello.
La primera parte de esta deposición no me interesó lo más mínimo; pero cuando
mencionaron las huellas de los dedos recordé el asesinato de mi hermano y me sentí
extremadamente agitado; me temblaron las piernas, y un velo me cubrió los ojos,
viéndome obligado a apoyarme en una silla para no caerme. El magistrado me
observó con ojos penetrantes, y naturalmente sacó una conclusión desfavorable de mi
actitud.
El hijo confirmó la declaración del padre, pero cuando compareció Daniel Nugent
juró sin vacilaciones que antes de que tropezara su compañero, vio un bote a poca
distancia de la orilla, en el que iba un hombre solo; y por lo que pudo juzgar a la luz
de las estrellas, era el mismo bote del que acababa de desembarcar yo.
Una mujer declaró que vivía cerca de la playa; y estaba en la puerta de su cabaña
aguardando el regreso de los pescadores, como una hora antes de enterarse de la
noticia, cuando vio un bote con un solo hombre que se alejaba de la orilla donde más
tarde se descubrió el cadáver.
Otra mujer confirmó la declaración de los pescadores, ya que habían llevado el
cuerpo a su casa: no estaba frío. Le metieron en la cama y lo frotaron, y Daniel fue al
pueblo en busca de un boticario; pero ya estaba completamente muerto.
ebookelo.com - Página 171