Page 184 - Frankenstein, o el moderno Prometeo
P. 184

vamos, y cómo las nubes, que unas veces ocultan la cumbre del Mont Blanc y otras
           se elevan por encima, hacen aún más interesante la belleza de este escenario. Mira
           también  los  innumerables  peces  que  nadan  en  las  claras  aguas,  donde  puede
           distinguirse cada guijarro del fondo. ¡Qué día divino! ¡Qué feliz y serena parece toda

           la naturaleza!
               Así  se  esforzaba  Elizabeth  en  desviar  sus  pensamientos  y  los  míos  de  toda
           melancólica meditación. Pero su humor oscilaba; resplandecía el gozo en sus ojos
           unos instantes y luego recaía en un estado de perplejidad y abatimiento.

               En el cielo, el sol estaba cada vez más bajo; cruzamos el río Drance y observamos
           su curso entre los abismos que forman los montes más altos y los valles que se abren
           entre los más pequeños. Aquí, los Alpes llegaban hasta el lago, y nos aproximamos al
           anfiteatro de montañas que constituye su límite oriental. La espiral del Evian brillaba

           por debajo de los bosques que la rodean y de la cadena de montaña sobre montaña
           que asoma por detrás.
               El viento, que hasta aquí nos había llevado con asombrosa rapidez, se convirtió,
           al caer la tarde, en una brisa mansa que solo rizaba el agua y producía un blando

           movimiento en los árboles, al acercarnos a la orilla, en donde difundía una deliciosa
           fragancia  de  flores  y  de  heno.  El  sol  se  ocultaba  en  el  horizonte  cuando
           desembarcamos; y al pisar tierra me volvieron aquellos cuidados y temores que no
           iban a tardar en adueñarse de mí para siempre.



















































                                             ebookelo.com - Página 184
   179   180   181   182   183   184   185   186   187   188   189