Page 199 - Frankenstein, o el moderno Prometeo
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como para continuar el viaje y llevarles a nuevos peligros, después de haber salvado
este felizmente. De modo que insistían en que prometiera solemnemente que si la
nave quedaba libre, pondría inmediatamente rumbo al sur.
Este discurso me preocupó. No había perdido las esperanzas, ni se me había
ocurrido hasta ahora la idea de regresar si quedábamos libres. Sin embargo, ¿podía
negarme en justicia a esta petición? ¿Cabía incluso la posibilidad de tal cosa? Vacilé
antes de contestar, y Frankenstein, que había estado callado y apenas parecía tener
fuerzas suficientes para prestar atención, se levantó; los ojos le centelleaban y se le
habían arrebolado las mejillas con un momentáneo ardor. Y volviéndose hacia los
hombres, dijo:
—¿Qué pretendéis? ¿Qué le pedís a vuestro capitán? ¿Tan fácilmente renunciáis a
vuestro proyecto? ¿No calificabais de gloriosa esta expedición? ¿Y por qué era
gloriosa? No porque el rumbo fuese suave y apacible como en un mar del sur, sino
porque estaba lleno de peligros y de terror; porque en cada nuevo incidente teníais
que dar prueba de vuestra fortaleza y demostrar vuestro valor; porque lo acechaban
los peligros y la muerte, a los que íbais a desafiar y vencer. Pues se trataba de una
empresa honrosa y llena de gloria. En el futuro, seríais considerados benefactores de
vuestra especie, y vuestros nombres serían glorificados como los de aquellos que se
enfrentaron a la muerte para honor y beneficio de la humanidad. Y he aquí que al
primer asomo de peligro o, si queréis, a la primera prueba poderosa y terrible para
vuestro valor, os echáis atrás y os conformáis con que os tengan por hombres sin
arrestos para soportar el frío y el peligro, y piensen que sois pobres almas ateridas
deseosas de regresar al calor de vuestros hogares. Para eso no necesitabais
preparación; no hacía falta venir hasta aquí y arrastrar a vuestro capitán a la
vergüenza del fracaso, solo para demostrar que sois cobardes. ¡Ah! Sed hombres; sed
algo más que hombres. Sed constantes en vuestros propósitos y firmes como la roca.
Este hielo no está hecho del material del que están hechos vuestros corazones; es
mudable y no podrá resistirse a vosotros, si vosotros queréis. No regreséis a vuestras
familias con el estigma de la deshonra impreso en vuestra frente. Regresad como los
héroes que han luchado y vencido, y no saben lo que es volver la espalda al enemigo.
Habló con un acento tan acorde con los diferentes sentimientos expresados en su
discurso, con unos ojos tan llenos de nobles propósitos y de heroísmo, que nada tiene
de extraño que los hombres se conmovieran. Se miraron unos a otros y fueron
incapaces de contestar. Hablé yo; les dije que se retirasen y meditaran sobre lo que se
les había dicho, que yo no les llevaría más al norte si ellos querían lo contrario, si
bien esperaba que, tras reflexionar, les volviese el valor.
Se retiraron, y me volví hacia mi amigo; pero había vuelto a sumirse en una
languidez casi mortal.
No sé cómo terminará todo esto; pero preferiría morir a volver vergonzosamente
sin haber cumplido mi objetivo. Sin embargo, me temo que eso es lo que sucederá;
los hombres, sin el apoyo del honor y de la gloria, no desean seguir soportando las
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