Page 94 - Frankenstein, o el moderno Prometeo
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fantásticos y apasionados. En otras ocasiones, repetía mis poemas favoritos o me
arrastraba a discusiones que él sostenía con gran ingeniosidad.
Regresamos a nuestra residencia un domingo por la tarde; los campesinos
bailaban, y todo el mundo con quien nos tropezábamos parecía contento y feliz. Yo
mismo me sentía muy animado, y caminaba con un sentimiento de incontenible
alegría e hilaridad.
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