Page 167 - Auge y caída del antiguo Egipto
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tebana, pero estaba igualmente decidido a triunfar sobre la adversidad; así pues,
respondió a la incursión de Intef II en Abedyu con un fiero contraataque. Este
logró su principal objetivo de recuperar el control de Taur, pero con un coste
terrible: durante la lucha se profanó el lugar sagrado de Abedyu. Tal acto de
sacrilegio representaba una penosa mancha en el manto de la realeza, una
transgresión contra los dioses de la que el monarca heracleopolitano a la larga
habría de arrepentirse. En épocas posteriores pasaría a considerarse el
acontecimiento que finalmente inclinó la balanza del lado de Tebas, pero el
resultado inmediato fue una victoria de las fuerzas de Itibi. Un intento de
represalia por parte de los tebanos fue asimismo rechazado, y este segundo éxito
le dio a Itibi la confianza necesaria para promulgar un comunicado dirigido a la
«Cabeza del Sur», en el que amenazaba de nuevo con la fuerza si las provincias
rebeldes no volvían al redil de los leales. Sin embargo, la propia autobiografía de
Itibi nos narra la historia de lo que ocurrió a continuación: la parte que contenía
su desafío escrito a los nomos del sur sería posteriormente cubierta de yeso para
ocultarla a la vista y evitar así represalias tebanas contra los ciudadanos de Sauty
por dar cobijo a tan decidido oponente. Tanto si esta alteración táctica de la
historia se realizó por orden del propio Itibi como si fue obra de sus
descendientes, el hecho sugiere que, no mucho después de sus famosas victorias,
el péndulo osciló de nuevo en favor de Tebas.
El cambio de tornas se debió en no poca medida a las dotes de Intef II como
estratega militar. Este no tardó en darse cuenta de que Taur representaba un
potencial atolladero para su ejército; tratar de conquistar y conservar Abedyu
podía fácilmente obligarle a mantener sus fuerzas inmovilizadas durante años,
permitiendo fortalecerse y reagruparse a las fuerzas heracleopolitanas. Una
maniobra de tenaza, por más audaz y peligrosa que pudiera resultar, constituía la
única forma de poner fin al punto muerto. Una vez que Taur hubiera quedado
aislada del resto del reino heracleopolitano, resultaría más fácil de pacificar. En
la última década de su largo reinado de cincuenta años, Intef II puso en marcha
su plan. Utilizando su control de las rutas del desierto para avanzar por Taur,