Page 178 - Auge y caída del antiguo Egipto
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decidieron obrar por su cuenta, seguir gobernando sus comunidades como antes
y arrogarse toda una serie de prerrogativas regias.
Cuando las viejas certezas se desvanecieron, también lo hicieron las rígidas
distinciones entre provisión real y privada que habían caracterizado a la Era de
las Pirámides. A medida que la existencia cotidiana se fue haciendo más dura e
incierta, la necesidad de mayores certidumbres de ultratumba se volvió más
acuciante. Y si la necesidad es la madre de la invención, las sombrías realidades
de la vida en el Egipto posterior a la VI Dinastía se revelaron un entorno
particularmente fértil para la innovación tecnológica.
En tiempos más pacíficos y prósperos, al menos por lo que podemos juzgar a
partir del testimonio mudo de las tumbas y los objetos funerarios, la clase
dirigente se había contentado con confiar en un más allá que era básicamente
una continuación de la existencia terrenal, aunque despojada de sus aspectos
desagradables. Las capillas funerarias profusamente decoradas de la Era de las
Pirámides reflejan una época de certidumbres con una visión abrumadoramente
materialista de la vida después de la muerte. El propósito fundamental de la
decoración de las tumbas, y de hecho de la tumba en sí misma, era el de atender
todas las necesidades materiales de la vida de ultratumba del difunto. Las
escenas de atareados panaderos y cerveceros, ceramistas, carpinteros o
metalúrgicos; de pescadores desembarcando prodigiosas capturas; de portadores
de ofrendas llevando piezas de carne, aves de corral, mobiliario fino y artículos
de lujo: todo ello estaba destinado a asegurar una interminable reserva de
alimento, bebida y otras provisiones para sustentar al propietario de la tumba en
un más allá que resultaba demasiado terrenal. Mientras que el rey podía confiar
en disfrutar de un más allá entre las estrellas, en armonía con las fuerzas del
cosmos, ese destino les estaba vetado incluso a los más altos funcionarios. En la
muerte, como en la vida, había una norma para el rey y otra distinta para sus
súbditos.
Esas rígidas distinciones se debilitaron y, a la larga, desaparecieron en la
medida en que la autoridad real fue disminuyendo durante el largo reinado de