Page 179 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Pepy II y las luchas que lo siguieron. Las ideas de un más allá trascendente en
compañía de los dioses se extendieron entre el conjunto de la población,
transformando las prácticas funerarias y la cultura en general. El éxito terrenal y
un «buen recuerdo» tras la muerte ya no bastaban. La esperanza de tener algo
mejor en el otro mundo, de una transfiguración y transformación, pasó a tener
una importancia capital. Los conceptos en torno a lo que había más allá de la
muerte se elaboraron, sistematizaron y combinaron en fórmulas aún más
imaginativas. Y, paralelamente, los antiguos egipcios idearon los conceptos clave
del pecado original, un inframundo lleno de peligros y demonios, un juicio final
ante el gran dios y la promesa de una resurrección gloriosa, que se repetirían en
civilizaciones posteriores y, en última instancia, acabarían configurando la
tradición judeocristiana.
UN MÁS ALLÁ PARA TODOS
En los días de los grandes constructores de pirámides, la resurrección en un
sentido mínimamente significativo estaba reservada al rey, y alcanzar el estatus
divino era algo que dependía de él; aun cuando, como en el caso de Unis, ello
implicara literalmente consumir a los propios dioses. Solo el rey, como
encarnación terrenal del dios celeste Horus y como hijo del sol, poseía suficiente
influencia, conocimiento y rango para obtener acceso al reino celestial. Las
primeras grietas en este imponente edificio de prerrogativas regias aparecieron
en el reinado de Pepy II. Irónicamente, la erosión del privilegio exclusivo del
monarca se inició en el seno de la propia familia real. La hermanastra de Pepy,
Neit, hizo grabar en su propia y diminuta pirámide textos extraídos de la
colección de conjuros hasta entonces reservada únicamente al soberano. Las
consecuencias de aquella pequeña desviación de la tradición pronto se
extendieron a un sector más amplio de la sociedad egipcia. En el remoto oasis de
Dajla, lo bastante alejado de la corte como para que las rupturas del protocolo