Page 182 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Pero ahora que las preocupaciones religiosas habían reemplazado en gran
medida a las necesidades materiales como núcleo esencial de las creencias
funerarias, un cuerpo en condiciones resultaba de menor importancia que un
pasaporte al inframundo. Y ser envuelto como Osiris era un buen comienzo.
EL TERRITORIO INEXPLORADO
Vencer a la muerte, alcanzar con éxito la resurrección y sortear los numerosos
peligros que acechaban en el inframundo requería de una potente magia, y era
ahí donde entraban en juego los textos y las imágenes. En las tumbas reales y
privadas del Imperio Antiguo, los conjuros y representaciones gráficas
necesarios se grababan o pintaban en las paredes de la cámara mortuoria y la
capilla de la tumba. Pero en la medida en que, tras la muerte de Pepy II, las
tradiciones artesanas se fueron marchitando poco a poco con el declive de los
talleres reales, la decoración de las tumbas se fue volviendo cada vez más rara.
Sencillamente, ya no podía disponerse de artistas experimentados. Las maquetas
tridimensionales de madera vinieron a reemplazar a las escenas pintadas de
artesanos trabajando. Para el estudioso actual, los modelos —en miniatura, pero
no por ello menos complejos— de panaderías, cervecerías, mataderos y
tejedurías representan una auténtica mina de oro de cara a reconstruir las
antiguas tecnologías. Para los egipcios, eran simplemente el sustituto con el que
los pobres reemplazaban las pinturas de calidad en una época de
empobrecimiento cultural. En ausencia de tumbas decoradas, el propio ataúd se
convirtió tanto en el foco de la decoración como en el lienzo sobre el que
inscribir las fórmulas mágicas (que pasarían a denominarse, muy
apropiadamente, «Textos de los Sarcófagos») destinadas a ayudar al difunto en
el más allá.
Para facilitar la resurrección del propietario de la tumba, su cuerpo
momificado era colocado de costado y mirando al este, hacia el sol naciente; el