Page 202 - Auge y caída del antiguo Egipto
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monumentos reales de la VI Dinastía, la pirámide de Amenemhat I empezó a ser
               erigida  en  una  meseta  del  desierto  situado  en  las  inmediaciones  de  su  nueva

               capital.  No  se  veía  nada  igual  desde  hacía  trescientos  años.  Para  dotarla  de

               mayor fuerza y legitimidad, el rey ordenó que se cogieran algunos bloques del
               mayor  de  aquel  tipo  de  monumentos,  la  Gran  Pirámide  de  Jufu,  que  se

               transportaran  a  Ity-tauy  y  que  se  incorporaran  a  la  parte  central  de  su  propia

               pirámide. Demoler y desguazar el monumento de un predecesor ilustre podría

               parecer  un  acto  sacrílego,  pero  formaba  parte  esencial  de  su  plan  de
               renacimiento.  Todos  los  monarcas  de  la  XII  Dinastía  seguirían  su  ejemplo  y

               construirían sus propias pirámides. Con razón podía jactarse Amenemhat: «¡La

               realeza se ha convertido de nuevo en lo que fue en el pasado!».          5
                  Tras  haber  sofocado  la  rebelión  interna,  honrado  a  los  dioses  e  iniciado  la

               construcción  de  una  pirámide,  Amenemhat  I  podría  haberse  sentido  tentado  a

               pensar que el renacimiento de la civilización egipcia estaba ya asegurado. Sin

               embargo, las incursiones extranjeras desde Palestina y Nubia durante el Primer
               Período Intermedio habían enseñado a Egipto una dura lección: sus vecinos del

               norte y del sur miraban con ojos codiciosos los fértiles pastos del valle del Nilo.

               Mantener la prosperidad del país requería una defensa activa de su integridad
               territorial. Consciente de la amenaza, el rey dirigió su celo a la seguridad de las

               fronteras de la nación, y su política marcaría la pauta de sus sucesores durante el

               siglo  y  medio  siguiente,  convirtiendo  a  Egipto  en  una  fortaleza.  La  frontera
               nororiental del país, a lo largo de los márgenes del delta, presentaba una especial

               dificultad.  El  terreno  de  las  marismas,  atravesado  por  brazos  del  río  y  por

               canales,  hacía  que  fuera  complicado,  cuando  no  imposible,  establecer  una
               frontera precisa, o mantener un control estricto de la inmigración procedente de

               las empobrecidas tierras de más allá de Palestina. La respuesta de Amenemhat a

               esta  situación  fue  ordenar  la  construcción  de  una  serie  de  bases  fortificadas,

               repartidas  a  lo  largo  de  la  zona  fronteriza,  y  separadas  por  una  distancia  que
               permitía  la  transmisión  de  señales  de  unas  a  otras.  Desde  cada  guarnición  se

               enviaban regularmente patrullas para controlar el tráfico a través de la frontera.
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