Page 209 - Auge y caída del antiguo Egipto
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estadística del tipo que tanto les gustaba a los burócratas.
                  Las prácticas administrativas perfeccionadas en las capitales provinciales de

               todo el territorio egipcio resultaron útiles también para gobernar la Baja Nubia,

               ahora controlada por Egipto. La campaña para derrotar a Uauat, que se prolongó
               durante  nueve  años  durante  la  corregencia  de  Amenemhat  I  y  Senusert  I  (c.

               1909),  preparó  el  camino  para  la  anexión  oficial  del  territorio  nubio  hasta  la

               segunda  catarata.  Egipto  demostró  su  hegemonía  de  la  manera  característica,

               embarcándose  en  enormes  proyectos  de  construcción  pública,  en  este  caso
               fortalezas  para  consolidar  su  sometimiento  de  la  población  local  (los  castillos

               que  construiría  Eduardo  I  de  Inglaterra  tras  su  conquista  y  anexión  de  Gales

               serían  un  ejemplo  moderno  de  este  mismo  fenómeno).  Las  fortificaciones,
               repartidas  a  lo  largo  del  río  entre  la  primera  y  la  segunda  cataratas,  fueron

               diseñadas para resistir tanto ataques por sorpresa como una prolongada guerra de

               asedio,  probablemente  resultado  de  las  lecciones  aprendidas  durante  la  guerra

               civil  medio  siglo  antes.  Cada  fortaleza  contaba  con  una  enorme  muralla
               rectangular de adobe, reforzada además con torres externas a los lados y en las

               esquinas. La muralla orientada a tierra estaba protegida por un profundo foso,

               mientras que, por la parte interior, un parapeto bajo con bastiones semicirculares
               y troneras que apuntaban hacia el suelo para los arqueros, venían a proporcionar

               una segunda línea de defensa. En conjunto, los fuertes nubios eran maravillas de

               la  arquitectura  militar,  y  debieron  de  causar  una  fuerte  impresión  en  los
               habitantes  autóctonos  que  vivían  al  lado  en  sus  chozas  de  barro.  Con  las

               guarniciones apostadas en bases inexpugnables que vigilaban puntos estratégicos

               a lo largo del río (y sobre todo la ruta principal a las minas de oro y cobre del
               Desierto Oriental), el control egipcio de Uauat a largo plazo estaba asegurado.

               Cuando, en el décimo octavo año de Senusert en el trono, su ejército inició una

               nueva  campaña  que  llegó  hasta  la  tercera  catarata,  el  general  al  mando,

               Mentuhotep, pudo jactarse con relativa justificación de haber «pacificado a los
               sureños».
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