Page 217 - Auge y caída del antiguo Egipto
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de estacionamiento para las caravanas autóctonas que aguardaban el permiso
para proseguir su viaje, así como un observatorio para vigilar a las personas y los
barcos que se acercaban a la garganta.
En conjunto, los fuertes de la segunda catarata constituían una impresionante
exhibición del poderío militar y administrativo egipcio; eran una expresión
arquitectónica del poder del rey, además de un apoyo logístico a los intereses
egipcios en la región. Apenas resulta sorprendente que más tarde Senusert III
fuera venerado como un dios en Uauat, o que los historiadores griegos le
denominaran el «Gran Sesostris». Sin embargo, tan importante como los propios
fuertes era el sistema de vigilancia en ellos sustentado. En una notable serie de
documentos conocida como los «Despachos de Semna», las patrullas que partían
regularmente desde Semna del Sur, Semna, Kumma, Uronarti y Shalfak
informaban de sus hallazgos al comandante local. En una atmósfera de
nerviosismo cercana a la paranoia, las patrullas adoptaban la inflexible política
de parar e identificar a todo el mundo. Incluso los pequeños grupos de nubios
eran interceptados, por la fuerza si hacía falta, e interrogados. Quienes carecían
de una razón legítima para estar en el territorio controlado por Egipto eran
enviados de vuelta a la frontera. Un típico despacho reza: «La patrulla que salió
a patrullar las lindes del desierto … ha venido a informarme, diciendo: “Hemos
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encontrado la pista de 32 hombres y 3 asnos”». Todos los jefes de patrulla
terminaban su informe con las mismas palabras: «Todos los asuntos del Dominio
del Rey (¡vida, prosperidad y salud!) están a salvo». Puede detectarse aquí un
ansia desesperada de demostrar que no había sucedido nada inusual.
La determinación de las autoridades egipcias de mantener un control absoluto
se hallaba sin duda en sintonía con la obsesión de la XII Dinastía por la
seguridad, nacida de la amarga experiencia. Lejos de ser una respuesta
innecesariamente bravucona a un nivel de amenaza relativamente bajo, hoy
parece que el temor a un ataque del reino de Kush estaba bien fundado. El rival
de Egipto en el Alto Nilo era rico y poderoso, y además estaba celoso de su
vecino del norte, lo que constituía una combinación peligrosa. Así, como