Page 218 - Auge y caída del antiguo Egipto
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incentivo  añadido  para  que  sus  guarniciones  «libraran  un  buen  combate»,
               Senusert III hizo erigir una estela monumental dentro de la fortaleza de Semna.

               Su inscripción instaba a los soldados a defender las conquistas del rey con las

                                                                           14
               palabras:  «Valeroso  es  el  ataque,  vil  la  retirada».   Senusert  se  jactaba  de  su
               propia crueldad para con los nubios: «Les he arrebatado a sus mujeres y me he

               llevado  a  sus  sirvientes,  he  envenenado  sus  pozos,  ahuyentado  sus  toros  y

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               destrozado e incendiado su cebada».  La guerra total era el ideal egipcio. Por
               último, el rey hizo instalar una estatua de sí mismo en un santuario especial en
               Semna, a fin de inspirar lealtad y valentía a sus hombres: «Mi Majestad ha hecho

               colocar una imagen de Mi Majestad en esta frontera … para que os mantengáis
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               firmes  por  ella,  para  que  luchéis  por  ella».   Era  imposible  resistirse  a  tan
               poderosa mezcla de propaganda y coerción, de aliento e intimidación.

                  De hecho, un vistazo a una típica estatua de Senusert III habría bastado para

               convencer a cualquier soldado de su deber. Nunca antes en la historia del antiguo

               Egipto había utilizado ningún rey la escultura de forma tan eficaz para proyectar
               una  imagen  tan  terrible  del  poder  real.  Las  estatuas  de  Senusert  III  —y  hay

               muchas  de  ellas—  ejercen  un  efecto  profundamente  perturbador.  El  torso  es

               siempre tenso, musculoso y viril, representando el ideal de vigor juvenil tan caro
               a los reyes egipcios. Pero es el rostro el que atemoriza al observador: los ojos

               abultados bajo unos párpados caídos, las mejillas hundidas, la boca contraída en

               una  mueca  inquietante…  Esta  radical  desviación  de  las  convenciones  de  los
               retratos reales resulta a la vez fascinante y aterradora; es el auténtico rostro de la

               tiranía. Contribuyen asimismo a aumentar ese efecto las enormes orejas, con las

               que se pretende transmitir el mensaje de que Senusert es un monarca que todo lo
               oye; quienes hablaban inoportunamente probablemente habrían de lamentar su

               indiscreción.

                  El estado policial de la XII Dinastía siguió manteniéndose bajo la mano férrea

               del rey durante otro medio siglo después de Senusert III. Su sucesor, Amenemhat
               III (1818-1770), favoreció un estilo inferior de retrato junto con formas arcaicas

               de  escultura,  todo  ello  orientado  a  subrayar  la  antigüedad  de  la  realeza.  Los
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