Page 221 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Amarga cosecha
«EL MISERABLE ASIÁTICO»
Los antiguos egipcios tenían cierto complejo de superioridad natural. Les
gustaba considerarse una civilización aparte y a su amado país,
excepcionalmente bendecido y protegido de sus vecinos menos afortunados por
sus fronteras naturales: el mar y el desierto. Esta imagen autocomplaciente no
podría haber estado más lejos de la verdad. Situado en la encrucijada de África,
Asia y el Mediterráneo, Egipto fue siempre un crisol de pueblos y de influencias
culturales. Desde tiempo inmemorial, los fértiles campos del valle y del delta del
Nilo fueron un imán para los inmigrantes de los territorios, más áridos, situados
al oeste, al este y al sur. Por su parte, la industria, la tecnología y las costumbres
de las sucesivas oleadas de inmigrantes vinieron a enriquecer y renovar la
civilización egipcia. En ocasiones, no obstante, las gentes de los territorios
vecinos fueron a Egipto con intenciones menos benévolas, y sus innovaciones
culturales vinieron acompañadas de ideas de conquista. Tales invasiones eran
raras, y en general se veían rechazadas o mantenidas a raya por un Estado fuerte
y centralizado. Aun así, en los momentos de debilidad política Egipto resultaba
más vulnerable, especialmente a lo largo de su porosa frontera nororiental. El
agotamiento del Estado del Imperio Medio al final de la XII Dinastía ofreció
precisamente una de esas oportunidades a los envidiosos y ambiciosos vecinos
de Egipto. El resultado estuvo a punto de representar una catástrofe para la
supervivencia de la cultura faraónica.
Obsesionada por la seguridad interna y las defensas fronterizas, durante la XII