Page 225 - Auge y caída del antiguo Egipto
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mientras  el  trono  pasaba  de  un  pretendiente  a  otro.  En  el  curso  de  ciento
               cincuenta años Egipto tuvo nada menos que cincuenta reyes (que formaron la

               denominada XIII Dinastía), frente a los ocho de los dos siglos anteriores. Lo más

               probable es que las familias más poderosas del territorio, incapaces de ponerse
               de  acuerdo  para  apoyar  a  un  único  candidato,  optaran  por  un  mecanismo  de

               sucesión rotatoria. Dado que los miembros de más edad de cada linaje rival eran

               los  que  tenían  mayores  posibilidades  de  imponer  respeto  en  la  corte,  en  la

               práctica Egipto pasó a convertirse en una gerontocracia, con un anciano rey tras
               otro tratando de dejar su huella. Pese a esta especie de parodia de la monarquía

               tradicional,  la  administración  siguió  funcionando  como  antes,  con  un

               sorprendente grado de eficacia; algo que seguramente tiene que ver con el hecho
               de que la verdadera práctica del gobierno recaía en los visires y tesoreros antes

               que en sus reales patronos. En los documentos oficiales, los altos burócratas se

               mostraban  falsamente  encantados  de  defender  la  ancestral  costumbre  de  la

               prerrogativa regia, pero la realidad era que ahora eran los funcionarios los que
               nombraban al rey, y no al revés.

                  En el país en su conjunto resultaba más difícil guardar las apariencias. Los

               ciudadanos  particulares  dejaron  de  invocar  al  rey  o  la  residencia  real  en  sus
               monumentos  funerarios,  pues  ya  no  estaban  convencidos  de  que  ello  les

               supusiera diferencia alguna en sus posibilidades de tener una vida de ultratumba.

               Por entonces, al parecer, bastante problema tenía ya el rey con preocuparse de la
               suya propia. La construcción de pirámides prácticamente se estancó, y muchos

               reyes  se  las  apañaron  con  una  fosa  excavada  en  el  recinto  de  la  pirámide  de

               alguno de sus antecesores de la XII Dinastía. Las expediciones al Sinaí cesaron
               por completo. Todos los símbolos externos de poder y majestad desaparecieron

               de aquella acosada monarquía. El ascenso al trono de Sebekhotep III (c. 1680),

               probablemente el vigésimo sexto rey de la XIII Dinastía, proporciona una clara

               ilustración de los cambios que había experimentado Egipto en solo medio siglo.
               En  marcado  contraste  con  muchos  de  sus  predecesores,  Sebekhotep  alardeaba

               sin tapujos de sus orígenes ajenos a la realeza, haciendo una virtud del hecho de
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