Page 224 - Auge y caída del antiguo Egipto
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este,  pues,  un  hombre  orgulloso  de  su  ascendencia  extranjera  y,  al  parecer,
               decidido a jactarse de ella desafiando la xenofobia egipcia.

                  Al cabo de poco más de una generación, la población asiática de Hutuaret se

               mostraba  confiada  en  su  peculiar  cultura  híbrida,  había  prosperado  gracias  al
               comercio mediterráneo y estaba cada vez más predispuesta a alardear de su peso

               político. Como residencia oficial del gobernador de la ciudad, se construyó una

               imponente mansión que no tenía nada que envidiar a las de Kahun o Wah-sut; de

               hecho, era un auténtico palacio con pretensiones de realeza. En sus cimientos se
               sepultaba a los funcionarios de alto rango en suntuosas tumbas, cada una de ellas

               señalada,  según  la  costumbre  asiática,  con  un  par  de  burros  enterrados  en  la

               entrada. Una de aquellas tumbas de alto rango pertenecía a un hombre que se
               calificaba a sí mismo de «supervisor de Retyenu», un título que normalmente

               ostentaba el funcionario egipcio responsable de las relaciones con el territorio de

               Siria-Palestina. Otra pertenecía a un «primer administrador y tesorero». Aunque

               esos  títulos  parecen  demostrar  la  constante  influencia  del  gobierno  central,
               resulta  discutible  hasta  qué  punto  la  élite  de  Hutuaret  seguía  considerándose

               responsable ante el rey en Ity-tauy. En cualquier caso, la corte real tenía otros

               problemas en la cabeza.





               MONARQUÍA SIN MAJESTAD


               Después de dos siglos de dominio por parte de una misma familia, la maquinaria

               de  gobierno  se  encontraba  especialmente  mal  preparada  para  la  crisis  de
               sucesión  que  siguió  al  breve  reinado  de  Sobekneferu.  Es  como  si  la  élite

               simplemente  hubiera  olvidado  cómo  se  las  habían  arreglado  las  generaciones

               anteriores cuando se habían visto enfrentadas a la extinción del linaje real. El
               resultado fue un rápido giro de la monarquía, que empezó a reproducir de nuevo

               el caos acaecido al final del Imperio Antiguo. Los reyes se sucedieron con una

               rapidez  increíble,  reinando  durante  períodos  de  solo  meses  o  incluso  días,
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