Page 231 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Desde el monarca hasta el más humilde de sus súbditos, existía el persistente
               temor de que Tebas, como Menfis antes que ella, cayera ante los invasores. La

               inscripción real más reveladora de la época es la estela conmemorativa erigida

               en Ipetsut por el rey Mentuhotepi (un nombre tranquilizadoramente obsoleto y
               tebano, por más que escrito de una forma curiosamente provinciana). De manera

               característicamente  egipcia,  el  texto  está  lleno  de  alardes  y  bravatas,  y

               Mentuhotepi llega a comparar a su ejército con los «cocodrilos en la crecida».               3

               Sin  embargo,  cuando  llega  el  momento  de  referirse  a  su  propio  poder,  las
               palabras escogidas para ello delatan la incómoda verdad: «Soy rey en Tebas, esta

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               es mi ciudad».  Tratando de subrayar su legitimidad, Mentuhotepi se denomina a
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               sí mismo «uno que actúa como rey».  Ni siquiera el más efímero gobernante de
               la  XIII  Dinastía  habría  tenido  que  proclamar  de  forma  tan  cobarde  sus

               credenciales regias. La monarquía egipcia se hallaba ciertamente en un estado

               lastimoso.

                  Nada vino a subrayar esta decadencia con tanta claridad como la suerte de las
               fortalezas nubias. Abandonadas por el gobierno central en los últimos días de la

               XIII Dinastía, los habitantes egipcios que allí quedaron habían buscado empleo

               en otra parte. Y el reino de Kush —la potencia dominante en el Alto Nilo, una
               próspera nación comerciante por derecho propio, enemiga declarada de Egipto y

               la razón de que en su momento se construyeran los fuertes— no se hizo de rogar.

               Ampliando su territorio hacia el norte, asimiló Uauat y tomó el control de los
               fuertes sin encontrar apenas resistencia. Durante el período del dominio hicso en

               el norte, los expatriados egipcios que vivían en Uauat, tanto personal civil como

               militar, se aprestaron a servir a sus nuevos señores nubios. En Buhen, un hombre
               llamado Ka alardeó de lo siguiente: «Yo fui un valeroso servidor del Soberano

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               de Kush».  Su colega Soped-her, el comandante de la fortaleza, incluso ayudó a
               reconstruir  el  templo  de  Horus  en  Buhen  «para  satisfacción  del  Soberano  de
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               Kush».   En la  dedicatoria  de su inscripción conmemorativa, Soped-her cubría
               todas las posibilidades, invocando al dios funerario egipcio Ptah-Sokar-Osiris, a

               la deidad local Horus, señor de Buhen, e incluso al divinizado Senusert III; pero
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