Page 233 - Auge y caída del antiguo Egipto
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lugar de lujo y opulencia. Jardines y viñedos proporcionaban productos frescos y
               ofrecían  sombras  para  resguardarse  del  sol  egipcio,  mientras  que  un  canal

               revestido  de  piedra  y  de  cuidada  construcción  llevaba  agua  dulce  del  río

               directamente al corazón del palacio.
                  Rodeados de tal opulencia, los soberanos hicsos experimentaron un cambio.

               Los  primeros  reyes  se  habían  contentado  con  calificarse  a  sí  mismos  de

               «gobernantes de tierras extranjeras» (en antiguo egipcio heqa-jasut, de donde se

               deriva el término hicsos), una denominación que se había utilizado en el Imperio
               Medio parta designar a los príncipes de las ciudades-Estado de Oriente Próximo.

               Sin embargo, el ascenso al trono del rey Jyan (c. 1610) trajo consigo una nueva

               perspectiva, al tiempo que marcó el apogeo del poder hicso. Decidido a que se le
               reconociera como un soberano egipcio con todas las de la ley, en consonancia

               con su elevado estatus económico, envió un obsequio diplomático al gobernante

               minoico de Creta en Cnosos, anunciando así su llegada a la escena mundial. Para

               el  consumo  interno,  adoptó  una  titulatura  real  completa,  encabezada  por  el
               nombre de Horus «El que abarca las Orillas [del Nilo]», lo cual, como siempre,

               representaba una declaración de intenciones políticas tanto como una ideología.

               El objetivo de Jyan era escapar de los límites del territorio hicso para llegar a
               dominar todo Egipto. Un avance militar a través del Egipto Medio sirvió para

               someter a los dos tercios más septentrionales del país. Incluso es posible que los

               ejércitos hicsos lograran conquistar Tebas durante un año o dos antes de regresar
               a su base en el delta, devastando ciudades y templos en su retirada. El sucesor de

               Jyan, el rey Apepi (1570-1530), dio un paso más en sus declaraciones públicas al

               tomar  el  nombre  de  Horus  de  «Pacificador  de  las  Dos  Tierras»  (con
               reminiscencias de Amenemhat I, a comienzos de la XII Dinastía) y calificarse en

               uno de sus monumentos como «amado de Seth, Señor de Sumenu». Al atribuirse

               la divina sanción de un dios del propio corazón del territorio tebano (Sumenu era

               una  ciudad  situada  a  solo  unos  kilómetros  de  Tebas),  Apepi  proclamaba  su
               derecho a la corona de todo el país. Las cosas nunca habían estado más negras

               para la supervivencia de un reino egipcio independiente.
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