Page 255 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Las fronteras aseguradas, el acceso al comercio y el oro restablecido, y la
oposición interna silenciada; los logros de Ahmose podían muy bien juzgarse
suficientes para restablecer el poderío y la majestad de la monarquía egipcia.
Pero su visión del país iba más allá de la economía y la política prácticas para
abarcar también la ideología. Ya fuera por ciencia o por instinto, Ahmose y sus
consejeros se dieron cuenta de que las ideas podían representar la fuerza más
poderosa de cara a la unidad nacional si se las explotaba adecuadamente y se las
adaptaba a la psique egipcia. La propia experiencia del rey le había enseñado la
importancia de una familia muy unida, y sin duda lo mismo valía para los
pueblos y ciudades de Egipto. Ahora que el país —o cuando menos sus
gobernantes— disfrutaba una vez más de paz y plenitud, Ahmose se propuso
hacer de su propia familia real el principal foco de devoción religiosa en todo el
territorio. Aquel sería probablemente su mayor logro, y además uno que definiría
por completo a su dinastía.
Personalmente, Ahmose tenía motivos particulares para otorgar cierto
reconocimiento público a miembros clave de su familia. Dado que había
accedido al trono siendo todavía un niño, durante su minoría de edad el gobierno
había recaído en manos de su abuela Tetisheri y de su madre, Ahhotep. De
hecho, las impecables credenciales regias de esta última le proporcionaban una
legitimidad sin parangón para desempeñar ese papel; al fin y al cabo, era hija de
rey, hermana de rey, esposa de rey y, al final de su vida, también madre de rey.
Las relaciones peculiarmente incestuosas favorecidas por la familia de Ahmose
se traducían en el hecho de que su padre y su madre eran también hermanos
carnales, ambos hijos de Tetisheri. Ahmose, por su parte, se casó también con su
hermana carnal, Ahmose-Nefertari (las relaciones y la frecuencia del nombre de
Ahmose, empleado tanto con hombres como con mujeres, debieron de hacer que
la vida en la corte real fuera terriblemente complicada, o bien extremadamente
sencilla, según se mire). Ya fuera porque el hecho de limitarse a la familia hasta
ese punto estaba destinado a distinguir a la realeza de los simples mortales (al
copiar la costumbre de los matrimonios entre hermanos de los dioses), ya fuera