Page 261 - Auge y caída del antiguo Egipto
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a pie de calle. Solo los tebanos más ricos podían permitirse el lujo de construir
fuera de la ciudad, en la linde del desierto, donde la mayor abundancia de tierra
posibilitaba la edificación de lujosas villas con sus propios y placenteros
jardines. Los residentes en la ciudad habían de apañárselas con la ocasional brisa
que entraba por las ventanas enrejadas abiertas en la parte alta de los muros, y
pintadas de color marrón rojizo para reducir el resplandor del sol. En conjunto,
la vida en la Tebas del Imperio Nuevo era hacinada y ruidosa. Y para quienes
vivían cerca del templo de Amón, estaba a punto de volverse más ruidosa
todavía.
Bajo la XVIII Dinastía, el gran templo de Ipetsut («el más selecto de los
lugares») sería el principal beneficiario de la generosidad real. Había sido
fundado por la XI Dinastía tebana en los días oscuros de la guerra civil, y
posteriormente había sido honrado por la XII Dinastía, también tebana. Ahora,
con otra nueva dinastía de Tebas en el trono de Egipto, Ipetsut se convertía de
nuevo en el foco natural de los proyectos reales. Aunque los edificios del
Imperio Medio que se conservaban tenían una escala relativamente pequeña, la
pureza de la arquitectura y la calidad de los relieves ejercieron un efecto
profundo y evidente en los constructores de Amenhotep. Inspirados en particular
por los hermosos monumentos de Senusert I, se propusieron crear copias de ellos
para el nuevo gran proyecto del rey. Su réplica del pabellón del jubileo de
Senusert era exacta hasta el último detalle; solo la sustitución del nombre de
Senusert por el de Amenhotep permitía distinguir la copia del original.
Directamente enfrente del templo de la XII Dinastía, se dio forma a un gran
atrio, dominado por una gigantesca puerta de entrada cuya forma se asemejaba al
signo jeroglífico que designaba la palabra horizonte, el lugar por donde el sol
salía y se ponía. La Ipetsut de Amenhotep I sería nada más y nada menos que un
microcosmos del acto de creación. Los muros del atrio fueron decorados con
escenas de ofrenda del rey a Amón y de ofrenda de los sacerdotes al rey; la
combinación perfecta de cultos divinos y reales en un único espacio. En el centro
del atrio se erigió un magnífico santuario de alabastro como lugar de reposo de