Page 262 - Auge y caída del antiguo Egipto
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la  barca  sagrada  de  Amón  cuando  esta  era  llevada  en  procesión  a  través  del
               templo.  Su  decoración  subrayaba  la  unión  mística  entre  el  dios  y  el  rey,  y

               representaba el jubileo real (ya planificado, aunque todavía no celebrado). En los

               dos  lados  del  atrio,  pequeñas  capillas  secundarias  cuyos  muros  estaban
               decorados con escenas de ofrendas perpetuas albergaban estatuas dedicadas al

               real culto. Para completar la estructura, se construyó un matadero sagrado junto

               al templo destinado a suministrar carne de vacuno para las festividades religiosas

               y, obviamente, para los cultos de Amenhotep I y su madre, Ahmose-Nefertari.
               Aparte de constituir una magnífica y nueva residencia para el dios Amón, las

               construcciones de Amenhotep en Ipetsut representaban a la vez un monumento a

               la realeza divina. El hecho de que ambas funciones no pudieran diferenciarse era
               completamente deliberado. Al situarse a sí mismo como heredero directo de los

               grandes  constructores  reales  del  Imperio  Medio,  Amenhotep  estaba  corriendo

               conscientemente  un  tupido  velo  sobre  el  caos  intermedio.  Su  obra  en  Ipetsut

               parecía confirmar que la esencia sagrada de la realeza había pasado directamente
               de la XI Dinastía a la familia de Ahmose. Como todos los grandes gobernantes

               egipcios, Amenhotep I tenía tendencia a reescribir la historia.

                  La  ambición  del  rey,  convertir  Tebas  en  un  gigantesco  templo  al  aire  libre
               consagrado  a  la  realeza,  no  se  detuvo  en  Ipetsut.  En  el  sagrado  escenario  del

               valle del Nilo, la orilla occidental era tan importante como la oriental, dado que

               las dos juntas formaban una de aquellas dualidades simbólicas a través de las
               cuales los egipcios daban sentido al mundo que les rodeaba. En el caso concreto

               de Tebas, la orilla occidental era el principal cementerio de la ciudad, donde los

               gobernantes  de  la  XVII  Dinastía  habían  construido  sus  modestas  pirámides-
               tumba; pero también tenía una profunda y antigua conexión con la realeza. Se

               creía que el acusado entrante que formaban los riscos en Deir el-Bahari era el

               lugar donde moraba Hathor, diosa madre y protectora de los monarcas. Por esa

               razón,  el  rey  Mentuhotep,  vencedor  de  la  guerra  civil,  lo  había  elegido  como
               emplazamiento de su templo funerario y como cementerio militar nacional. El

               simbolismo del lugar debió de resultar especialmente llamativo para Amenhotep
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