Page 266 - Auge y caída del antiguo Egipto
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imperativo de contar con un sucesor legítimo, en la última etapa de su reinado
tomó la inusual decisión de adoptar a uno de sus lugartenientes de más confianza
y mayor talento, un hombre llamado Thutmose, como heredero natural. Los
orígenes de Thutmose permanecen envueltos en el misterio —el nuevo rey no
desearía especialmente dar publicidad a su poco ortodoxo camino hacia el poder
—, pero su selección resultaría acertada. Aunque era ya un hombre de mediana
edad y era poco probable que disfrutara de un largo reinado, poseía una energía y
una determinación aparentemente inagotables. Tenía una visión audaz del
destino de Egipto; una visión que entrañaba no solo cimentar las victorias de
Kamose y Ahmose, sino también ensanchar activamente las fronteras de la
nación para forjar un «Imperio egipcio». Bajo la dinastía de Thutmose, Egipto se
transformaría, dentro y fuera de su territorio, en la civilización más poderosa y
brillante del mundo antiguo.
Thutmose I (1493-1481) era el primer rey en tres generaciones que accedía al
trono siendo ya adulto. Se hallaba, pues, en situación de emprender de inmediato
su programa de gobierno, aunque solo después de haber acallado cualquier voz
que se alzara en contra de sus pretensiones regias. La constante presencia de la
matriarca real, Ahmose-Nefertari, le dio a su reinado el necesario marchamo de
legitimidad, pero Thutmose decidió tomar, además, algunas medidas de carácter
público para recalcar su derecho al trono. Su primer acto como rey fue
promulgar un decreto anunciando su coronación y su adopción formal de los
títulos reales, dos ceremonias que servían para confirmar a un rey en el poder y
conferirle autoridad divina. Envió el decreto a su virrey en Nubia, Turi, con
instrucciones concretas de erigir copias monumentales en los principales centros
de control egipcio, Asuán, Kubban y Uadi Halfa. El recuerdo de la rebelión
contra el rey Ahmose todavía estaba vivo, y desde un primer momento
Thutmose estuvo decidido a someter a sus súbditos nubios mediante la
intimidación. Para las tierras al sur de la primera catarata, el decreto de
coronación de Thutmose representaba tanto una advertencia como una promesa:
en el plazo de doce meses, Nubia se vería sacudida por la campaña de conquista