Page 263 - Auge y caída del antiguo Egipto
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I. No solo su propia dinastía tebana acababa de salir triunfante de otra guerra,
sino que la relación teológica entre Hathor y el rey proporcionaba la pauta divina
para su propia y estrecha asociación con su madre, Ahmose-Nefertari. Su
gobierno conjunto era, además de voluntad divina, también de inspiración
divina.
Para dar una expresión concreta a esas ideas, Amenhotep encargó dos capillas
en Deir el-Bahari, una de ellas directamente frente al templo de Mentuhotep.
También construyó un santuario para albergar la barca de Amón cuando esta
navegaba por el Nilo desde Ipetsut en una gran procesión celebrada una vez al
año y denominada la «Hermosa Festividad del Valle». En Deir el-Bahari, como
en la propia Ipetsut, las inscripciones y la decoración subrayaban el culto real,
haciendo especial hincapié en el papel de Ahmose-Nefertari y en el futuro
jubileo del rey, que se esperaba con gran ilusión. Por último, Amenhotep erigió
un templo consagrado a sí mismo y a su madre en la llanura de Tebas oeste,
directamente frente a la necrópolis real de la XVII Dinastía donde estaban
enterrados su padre y su abuela; ambos habrían estado orgullosos de él. El culto
a la familia real se hallaba por entonces en el centro de la vida religiosa de la
nación, en Tebas y en Abedyu, y sus monumentos se alzaban en el horizonte en
todas direcciones.
Mucho después de que sus monumentos hubieran sido desmantelados y
reutilizados por posteriores generaciones de gobernantes, Amenhotep I y
Ahmose-Nefertari seguirían siendo recordados y reverenciados por los
habitantes de Tebas oeste como divinidades patronas del distrito. Su memoria
sería especialmente sagrada para una pequeña comunidad conocida como el
Lugar de la Verdad (la actual Deir el-Medina). Su fundación resume el programa
religioso y arquitectónico de la dinastía de Ahmose y su duradero impacto en la
civilización del antiguo Egipto en su conjunto. Cuando Amenhotep I ascendió al
trono, los reyes ya sabían por experiencia propia que una tumba monumental,
especialmente una pirámide, era más una maldición que una bendición. Al
anunciar el emplazamiento de la real sepultura de modo que todos lo vieran, no