Page 271 - Auge y caída del antiguo Egipto
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nombres de sus reyes y de algunos de sus dioses), desde las estepas de Asia
Central también se habían traído consigo el carro militar tirado por caballos y
una clase de aurigas de élite denominados maryannu. En la época de Ahmose, y
gracias a la elevada eficacia de aquella nueva arma, Mitani se había hecho lo
bastante fuerte como para invadir Anatolia e infligir una derrota aplastante al
reino hitita, y durante el reinado de Amenhotep I había expulsado ya a los hititas
del norte de Siria, alterando el delicado equilibrio político de Oriente Próximo.
Mitani avanzaba imparable, arrasando todo lo que se le ponía por delante.
Parecía solo cuestión de tiempo que llegara a penetrar en la esfera de los
intereses egipcios. Frente a tal perspectiva, Thutmose decidió que la política más
prudente consistía en un ataque preventivo; más valía prevenir que curar.
Así, en el cuarto año de su reinado partió hacia el reino de Mitani, conocido
por los egipcios como Naharin, o «los dos ríos»; en otras palabras,
Mesopotamia. Los detalles de la expedición que se han conservado son
incompletos, pero parece probable que, a fin de evitar una campaña lenta y
prolongada a través de Palestina, Thutmose optó por una operación anfibia,
remontando con sus naves la costa del Mediterráneo oriental y desembarcando
con sus fuerzas en el puerto aliado de Kebny. Desde allí debió de emprender una
marcha por tierra mucho más breve hasta el norte de Siria y las orillas del Alto
Éufrates. Al otro lado del grandioso río se hallaba el territorio de Mitani
propiamente dicho.
Las fuentes de información locales confirmaron los peores temores de
Thutmose: Mitani estaba planeando de hecho un ataque al territorio de Siria-
Palestina, lo que amenazaba directamente los intereses económicos de Egipto. El
rey se apresuró a entablar combate con el enemigo y «hacer una gran matanza
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entre ellos», apoderándose de algunos de sus preciados carros y caballos. Para
restregarle por la cara a Mitani su derrota, Thutmose hizo lo que en aquel
momento cabía esperar de él: mandó grabar una gran inscripción conmemorativa
a orillas del Éufrates para señalar la última frontera de su nuevo imperio. Desde
las fronteras de Mesopotamia, en el norte, hasta la cuarta catarata, en el sur,